El monje crucificado.
Icono de la vida monástica[1]
A
la entrada del refectorio en los monasterios ortodoxos, puede verse a veces la
chocante imagen de un monje crucificado. El monje anónimo reposa
silenciosamente en la cruz, mientras es asaltado por demonios terroríficos y
figuras de esqueletos a su alrededor. Tan chocante como la imagen misma es la
inscripción que la acompaña: “La verdadera vida de un monje”.
El
monacato es una antigua práctica cristiana que se desarrolló en los siglos III
y IV, en torno al tiempo en que el cristianismo fue legalizado en el Imperio
Romano y las persecuciones prácticamente cesaron. Esto ha sido dado a veces
como una razón del surgimiento del monacato: el deseo de cristianos celosos de
huir del mundo en que la vida cristiana repentinamente se había vuelto cómoda, “más
fácil” e incluso algo de moda. Sin embargo, todos los grandes santos del
monacato, en sus escritos, dan como fuente de su motivación para entrar en un
monasterio: el Evangelio.
Un
ejemplo perfecto de esto está en la vida de S. Antonio el Grande. En la Iglesia
de su ciudad, Antonio escuchó la proclamación del Evangelio como leída
directamente para él: “Si quieres ser perfecto, ve, vende….y sígueme”. Así
Antonio fue inspirado a vivir una vida que se convirtió en la fundación del
monacato, poniendo desde entonces la motivación básica para monjes y monjas.
Con
semejante motivación básica escriturística para el monacato, este modo de vida
se vuelve mucho más interesante para todo cristiano.
La
imagen del monje crucificado es didáctica: un icono para contemplar, no para
venerar. El tema del icono no es un santo con nombre, sino la figura genérica y
anónima de un monje –o de una monja, en un monasterio femenino. En su forma
plena, la imagen se ve como en la ilustración de arriba, tomada de un fresco
atónita. Inicialmente desconcertante, la imagen está repleta de inscripciones
que explican lo que está sucediendo, y el único obstáculo para la comprensión
es la incapacidad de leer la lengua de esas inscripciones.
La
mejor explicación del icono que puedo dar es la reproducción de un extracto del
“Manual del pintor” de Dionisio de Furna, un texto griego para iconógrafos, del
s. XVIII:
“Dibuja un monje crucificado en una cruz, vestido con túnica
y tocado de monje, descalzo y con los pies clavados en el apoyapiés de la cruz;
sus ojos y su boca están cerrados. Sobre su cabeza, esta inscripción: ‘Pon un
guardia, oh Señor, ante mi boca; cierra la puerta de mis labios’.
En sus manos sostiene velas encendidas, y junto a las velas
esta la inscripción: ‘Que vuestra luz brille ante los hombres, para que vean
vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que [está en el cielo]’.
Sobre el pecho, una placa como un cojín, que dice: ‘Crea en
mi un corazón puro, Oh Dios, y renuévame por dentro con espíritu firme’.
Sobre su estómago otro pergamino, como un título, con estas
palabras: ‘No te dejes extraviar, oh monje, por un vientre lleno’.
Más abajo en su cuerpo, otro pergamino que dice: ‘Mortifica
tus miembros que están sobre la tierra’.
Más abajo aún, debajo de sus rodillas, otro pergamino que
dice: ‘Prepara tus pies en el camino del Evangelio de la paz’.
Arriba, en el brazo superior de la cruz, otro pergamino, con
un título clavado, con esta inscripción: ‘No permitas Dios que me gloríe, sino
es en la cruz de mi Señor’. En los tres brazos de la cruz haz sellos. En el de
la derecha escribe esto: ‘El que persevere hasta el fin se salvará’. En el de
la izquierda escribe esto: ‘El que no renuncia a todo no puede ser discípulo de
Cristo’. En el sello sobre el apoyapiés de la cruz: ‘Estrecho y angosto es el
camino que lleva a la vida’.
A la derecha de la cruz pinta una oscura caverna con un
dragón enroscado en ella, y escribe: ‘El infierno que todo lo devora’. Sobre la
boca del dragón un joven con los ojos vendados con un paño, sostiene un arco y
dispara hacia el monje. Sobre su arco, un pergamino que dice: ‘Hacedor de
lujuria’. Escribe sobre él esta inscripción: ‘El amor de la prostitución’.
Sobre la cueva pon muchas serpientes y escribe: ‘Las preocupaciones’. Cerca del
Hades pon un demonio arrastrándolo de la cruz con una soga y diciendo: ‘La
carne es débil y no puede resistir’. A la derecha del apoyapiés pon una lanza y
una bandera y escribe en ella: ‘Todo lo puedo en Cristo que me da fuerzas’.
A la izquierda de la cruz haz una torre con una puerta por
la que sale un hombre montado en un caballo blanco, que lleva un sombrero de
piel y vestidos tejidos de oro y ribeteados de piel. En su mano derecha lleva
una copa llena de vino y en su izquierda una lanza que dice: ‘Deléitate en los
placeres del mundo’. Se los muestra al monje. Escribe esta inscripción sobre
él: ‘El mundo de la vanagloria’. Sobre él pon una tumba sobre la cual sale la
Muerte, sosteniendo una gran guadaña sobre su hombro y un reloj de arena en su
mano, mirando al monje. Sobre él la inscripción: ‘La muerte y la tumba’.
Bajo las manos del monje a cada lado pon dos ángeles que
sostienen pergaminos. Escribe en el pergamino de la derecha: ‘El Señor me envió
para ayudarte’. Y en el de la izquierda. ‘Haz el bien y no temas’.
Sobre la cruz representa el cielo con Cristo en él, con los
Evangelios sobre su pecho abierto en las palabras: ‘El que quiera seguirme, que
se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga’. En su derecha lleva una corona
real y en su izquierda una corona [de flores]. Sobre él a ambos lados hay dos
ángeles mirando al monje y mostrándoselo a Cristo, y sosteniendo entre ellos un
largo pergamino con estas palabras: ‘Lucha de modo que recibas la corona de la
rectitud y el Señor te dará una corona de piedras preciosas’.
Entonces escribe este título: La vida del verdadero monje”.
Algunas
versiones de este ícono estarán simplificadas, o mostrarán demonios rodeando al
monje crucificado y disparado flechas.
Las
flechas y lanzas dirigidas contra el monje se identificarán por medio de
inscripciones con varias “pasiones” (vanagloria, lujuria, gula, etc.)
La
imagen [fue] pintada para que la contemplaran monjes y consecuentemente es
pertinente en un monasterio.
La
“verdadera vida de un monje” no es, necesariamente, la verdadera vida cristiana
para todos nosotros. Si no somos monjes o monjas, no deberíamos hacer como si
lo fuéramos. No obstante, en la medida en que la vida monástica se basa en el
Evangelio e instruye a todos los cristianos acerca de cómo vivir la vida
cristiana, el icono del monje crucificado puede ser útil. Así como los laicos
cristianos leen literatura monástica, como “La escala de paraíso”, se retiran
por un tiempo en monasterios, o de otras maneras sacan provecho de la
experiencia monástica, también pueden beneficiarse de este icono. En especial
durante la Cuaresma, cuando la vida de todos los cristianos se hace un poco más
ascética, podemos ver la imagen de “La verdadera vida de un monje” como la
imagen de “la verdadera vida de un cristiano”.
[1] The Crucified Monk | Icon of the
Monastic Life (https://iconreader.wordpress.com/2012/02/24/the-crucified-monk-icon-of-the-monastic-life/)