Enzo me dijo que
querían hoy una charla sobre el futuro, la vocación. El tema me parece muy
bueno porque presupone que no tienen un destino prefijado que deben realizar,
descifrando signos, armando un rompecabezas, sino que tienen la libertad necesaria
para realizar su propio proyecto con todos los riesgos. Les propongo por eso
una charla sobre los dos criterios orientadores de una vida plena: Amor a la
vida y deseo de felicidad,
y luego un momento de diálogo abierto.
1.
La
parábola de la célula
Para comprender y
amar lo que es la vida, es necesario volver a lo más simple, lo biológico (modelo
de lo psíquico y espiritual). Un neurobiólogo a partir de la estructura más
elemental la de los seres mono celulares saca tres características de la vida.
La primera
constatación es que la vida, para existir, supone un envoltorio-membrana, una
separación; la existencia de un límite que va a permitir distinguir un exterior
y un interior. La vida se organiza al interior de su envoltura, según un
esquema particular, un código genético, pero ella va también a entrar en
contacto con el exterior por medio de esta membrana y desarrollar un cierto
número de intercambios con un medio vivo. Así la separación se convierte en la
condición de toda forma de relación.
La membrana de
la célula, o el cuerpo, tiene dos funciones esenciales: por una parte proteger
el interior y por otra la de permitir los intercambios con el exterior. La vida
supone la separación, delimitando un espacio interior, y la posibilidad de
entrar en relación con el exterior. La segunda no es posible sin la primera. La
vida supone pues a la vez autonomía y dependencia. En el interior ella es
autónoma, regida por sus leyes propias. Al exterior, está en una relación de
dependencia respecto del medio en el que evoluciona y del cual extrae su
subsistencia. La primera característica
de la vida supone una relación de alteridad.
La segunda
característica es que en el interior va a darse un equilibrio químico (PH), o más
complejo (temperatura). Permanecer en la vida supone mantener este equilibrio
interior, aun cuando las condiciones exteriores cambien de manera extrema. Las
variaciones internas son de hecho muy reducidas, mientras que las del medio
pueden tener una amplitud más grande (temperatura, presión atmosférica,
oxígeno).
Vivir significa
mantener un equilibrio interno estable, en un entorno inestable y en
transformación. Más allá de ciertos límites las variaciones externas pueden ser
mortales. Esta permanencia en la vida, que supone intercambios con el medio
bajo formas de absorción y de rechazo de sustancias o de calor, necesita
permanencia y adaptación. Esta segunda
característica de la vida supone mantener un equilibrio en un entorno en
perpetuo cambio.
Tenemos
necesidades básicas para la vida: 1. seguridad-supervivencia.
2. poder-control. 3. afecto-estima.
Y
la tercera característica de los seres vivos es que se reproducen
(división celular o sexualmente). La vida tiende a perpetuarse, a transmitirse.
Existe una lógica de la vida que tiende a dar la vida. Para vivir uno no se
puede contentar con sobrevivir, es necesario desear transmitir la herencia. La
lógica de la vida que no puede contentarse con gozar del propio equilibrio
interior. La vida aspira a durar, a transmitirse y a perfeccionarse,
adaptándose sin cesar.
Si la separación
física se nos impone en el momento del nacimiento y se inscribe en un largo
aprendizaje de la autonomía, que culminará en el momento preciso de dejar
padre-madre, esta distancia no es tan simple. Uno puede creer que ha dejado a
su madre, y darse cuenta, muchos años después, que la mujer con la que se casó,
o la institución en la que entró, son su proyección simbólica. Aceptar la
separación, la distancia y elegir la vida no son en sí pasos tan evidentes. A menudo
quedamos prisioneros de estas falsas autonomías, porque no hemos sabido partir.
Esto trae consecuencias a nuestra vida relacional: nuestro miedo de perder,
nuestras envidias, nuestras expectativas excesivas están ligadas a nuestra
incapacidad de tomar esta distancia. Defendemos con agresividad nuestra
independencia porque no hemos sabido conquistar nuestra autonomía. La debilidad
de nuestra autonomía hace difícil la relación con el otro.
De hecho tenemos
dificultad en mantener el equilibrio de nuestra vida interior, que se encuentra
sin cesar perturbada, por los sobresaltos que agitan el medio en que vivimos.
Entonces tenemos la tendencia sea a dejarnos dominar y a sufrir, sea a buscar
dominar, queriendo imponer nuestra percepción, olvidando que la vida supone el
respeto de este equilibrio interior, sin pretender cambiar al resto del mundo.
La capacidad de adaptación a las variaciones del medio supone la conciencia de
salvaguardar el equilibrio interno de nuestro ser. El conocimiento de uno mismo se convierte en un elemento esencial de la
vida.
Percibir esta
relación entre el medio interior y el mundo exterior es una condición de la
vida. Sin embargo no hay que tener una idea demasiado estática del equilibrio.
La vida ha progresado porque ha intentado adaptarse continuamente a nuevas
condiciones exteriores. El problema está más bien en el hecho de que la
amplitud no debe ser tal que amenace nuestra misma existencia.
El tercer
elemento supone que no basta dejar padre-madre, o desplegar todas las
potencialidades del propio ser para ser un viviente. La vida supone también el
deseo de la fecundidad. Si su forma más evidente consiste en fundar una familia
y tener hijos, esta necesidad también puede expresarse en múltiples formas. Así
por ejemplo, se traduce a menudo en dejar algo detrás de sí: un libro, el
nombre de una calle, un records, un acontecimiento memorable, un nombre en una
avenida de Hollywood.
La manera
inconsciente como expresamos esta necesidad de fecundidad, esta necesidad de
prolongarnos en el tiempo, aun cuando a veces pueda parecer un poco ridícula,
es de hecho, algo muy sano e infinitamente respetable. Es la lógica de la vida que se expresa a través de este deseo, deseo de
felicidad. El verdadero drama está cuando una persona o una comunidad rehúsan
dar la vida y se repliega sobre sí misma, contentándose simplemente con
sobrevivir, dejándose vencer por el instinto de muerte. La esterilidad es el
mayor desafío que hoy nos acecha a cada uno de nosotros.
Todos los que
estamos aquí vivimos, es decir reunimos las tres características fundamentales
de la vida, tenemos satisfechas, en cierta medida, las tres necesidades
básicas, superamos la infancia. En la adolescencia-juventud sobre ellas tratamos
de elaborar un proyecto de felicidad. + Necesidad de esconder la herida
original (necesidad insatisfecha que genera obsesiones-adicciones-compulsiones-ídolos,
y culpa-remordimiento) + Identificación compulsiva con el grupo al que
pertenecemos (mandatos-deberías). + Condicionamientos culturales = Dan por resultado
un FALSO YO (Máscara-personaje), programado para el sufrimiento-frustración y
la búsqueda de compensaciones-ficciones.
Amar la vida y
desear la felicidad no es tan claro, muchas veces obramos desde las heridas,
rechazos, frustración, ambigüedades, malentendidos, desde el falso yo. La VOCACIÓN
es un camino de realización del VERDADERO YO que se orienta a la FELICIDAD.
Pregunta
para pensar:
¿Qué me haría feliz en este momento?
- Tres
tipos de vocación
Un autor antiguo
(Juan Casiano) distingue tres tipos de vocación. Se da en primer lugar la
elección romántica o elección pasión. Me gusta (o no me gusta). El
corazón-sentimiento es el actor principal. Aquí se pueden reconocer las grandes
historias de amor o esas vocaciones que condujeron a tantos hombres a
entregarse a las grandes causas-ideales. No se tienen en cuenta las
motivaciones inconscientes.
Hay una segunda
forma que se desprende de este primer tipo, pero que se distingue un poco. Los
apasionados atraen, suscitan seguidores. Lo que seduce entonces, no es tanto el
fin buscado, cuanto las personas que se dejaron invadir por su pasión y que
juegan, sin saberlo, un rol de leader y de modelo. El fenómeno nos es muy
conocido, basta que un deportista o un equipo ganen una competición para que
miles de personas se inscriban en clubs. Lo que determina nuestra elección, no
es más la causa buscada, sino el deseo de parecerse-identificarse o imitar a
aquel o aquella que se han convertido en nuestros héroes.
Existe una
tercera modalidad que es mucho menos noble que las anteriores. Es la de aquellos
que, a falta de algo mejor, y después de madura reflexión, siguen lo que
encontraron, lo que pudieron. Ya sea porque no tienen otra opción, o porque no
son atraídos por nada más en particular o aún porque han vivido desilusiones y
fracasos. Lejos de elegir su vida, estas personas parecen más bien, sufrir lo
que viven; pero este tipo es en el que se encuentra más perseverancia. Cuando
la pasión se desvanece y la admiración se esfuma con el tiempo (burbujas), la
humilde conciencia de nuestros límites, permite a menudo, continuar caminando,
mientras que el fervor del primer amor hace tiempo que se adormeció.
Estamos en el
corazón de toda la problemática de la vocación, sea cual sea. En efecto, lo que
cuenta, no es tanto el comienzo, la pasión fulgurante, la admiración sin
límites, sino sobre todo, la continuación y el final. La
vocación es un proceso lento y complejo que hace que un ser humano, no
solamente haga una elección, sino que también la renueve y prolongue en el tiempo,
día tras día, a pesar o más bien, a través de las vueltas y dificultades de la
vida.
VOCACIÓN e
IDENTIDAD están íntimamente relacionadas, lo que hace necesario el CONOCIMIENTO/ACEPTACIÓN
DE SÍ MISMO.
Matriz FODA. Fortalezas (Virtudes, Capacidades, Dones,
Talentos: reconocerlos, cultivarlos, usarlos bien, ponerlos al servicio. No
ponerlos permanente en evidencia. Reconocer los dones de lo demás) – Oportunidades (Aspiraciones-Posibilidades)
– Debilidades (Defectos, Heridas. Dos
ejemplos: el diamante rayado / los animales domésticos y los salvajes. Diálogo
con los pensamientos-sentimientos: fábula de los tres lenguajes) – Amenazas (Carencias).
Preguntas
para pensar:
¿Cuál es mi fortaleza?
¿Cuál es mi debilidad?
Pedro
Edmundo Gómez, osb.