1. El monje desea llegar a ser un hombre que, dejando el
mundo, busca verdaderamente a Dios en el recinto del monasterio, no
anteponiendo nada al amor de Cristo y ordenando armoniosamente su vida con la
oración, el trabajo y la convivencia fraterna, y practicando la conversión de
costumbres, la humildad, la obediencia y la estabilidad.
2. El monje se esfuerza por ser una persona sensata,
equilibrada y madura, en cuya vida florezcan la discreción, la prudencia y la
sabiduría que caracterizaron al Maestro y Padre de los monjes, san Benito de
Nursia.
3. El monje está llamado a ser un asceta, que cultiva su
vida interior y su porte externo con renuncias alegres, con sobriedad
equilibrada, con austeridad sencilla y normal, con esfuerzo valiente y con
sacrificio perseverante.
4. El monje quiere ser un hombre de Dios, un buscador
insaciable del rostro luminoso de Aquel en cuya presencia transcurren todos los
momentos de su existencia.
5.
El monje quiere convertirse en un orante, que
contempla a Dios escuchándolo y hablándole en su lectio diaria y en su
oración secreta, y que celebra con dignidad y solemne sencillez la Liturgia
eclesial para alabanza y gloria del Altísimo y para el bien y la salvación de
todos los hombres.
6. El monje es un cenobita, que ama a su comunidad como a
su familia y su monasterio como su casa, y que goza con la participación
fraterna en las alegrías y tristezas, en los éxitos y los fracasos de sus
hermanos, entregando sus capacidades y toda su persona y recibiendo con alegría
la ayuda fraterna en un incesante intercambio que purifica y enriquece la vida
de cada monje y de toda 1a comunidad.
7. El monje debería ser un trabajador abnegado, que
acompaña con su esfuerzo diario a tantos hombres que ganan su pan con el sudor
de su frente, y que cultiva su persona y la de sus hermanos con el estudio
serio y la formación diligente, y cuida la creación con prudencia y admiración,
desentrañando sus secretos y perfeccionándola con su ingenio para que llegue a
la plenitud soñada por su Creador.
8. El monje está llamado a ser
un hombre eclesial que vive secretamente una inserción vital en su Iglesia
local y se compromete con lo que en cada momento descubre como un llamado de
Dios en la construcción del Reino.
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