Padre Eterno, postrados en
humilde adoración a tus pies, consagramos todo nuestro ser a la gloria de tu
Hijo Jesús, el Verbo Encarnado. Tú lo has constituido rey de nuestras almas.
Sométele nuestras almas, nuestros corazones y nuestros cuerpos para que nada en
nosotros se mueva sin sus órdenes o sin su inspiración. Que unidos a Él seamos
llevados a tu seno y consumados en la unidad de tu amor.
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Jesús, únenos a Ti, en tu vida
que es toda ella santa y consagrada a tu Padre y a las almas. Sé nuestra
sabiduría, nuestra justicia, nuestra santificación, nuestra redención, nuestro
Todo. Santifícanos en la verdad.
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Espíritu Santo, amor entre el
Padre y el Hijo, asiéntate cual llama de amor en el centro de nuestro corazón y
conduce en todo tiempo, como ardientes brazas, nuestros pensamientos, nuestros
actos y nuestros afectos hacia lo alto, hasta el seno del Padre. Que nuestra
vida entera se haga una en el Gloria Patri, et Filio et Spiritui Sancto.
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María, Madre de Cristo, Madre del
Santo Amor, confórmanos según el corazón de tu Hijo.
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