SUBSTRATO
ASCÉTICO DE SU DEVOTIO/MÍSTICA
MARIANA (I)
“Estableciendo como un equilibrio
de fuerzas en la concatenación humildad-virginidad-fecundidad de María con su
equivalente verdad-pobreza-sublimación, porque
se ha fijado en la humildad de su sierva” (Iñaki Aranguren, ocso.,
“Introducción”, En alabanza de la Virgen
Madre, Obras Completas de san
Bernardo II. BAC, Madrid, 1984, p. 599).
Homilía
I:
[Humildad
y virginidad] 5. A esta ciudad, pues, fue
enviado el ángel Gabriel por Dios. ¿A quién? A una virgen desposada con un varón, cuyo nombre era José (Lc 1,26). ¿Qué virgen es ésta tan
respetable que un ángel la saluda? ¿Tan humilde, que está desposada con un
artesano? Hermosa es la mezcla de la virginidad y de la humildad; y no poco
agrada a Dios aquella alma en quien la humildad engrandece a la virginidad y la
virginidad adorna a la humildad. Mas ¿de cuánta veneración, te parece, que será
digna aquella cuya humildad engrandece la fecundidad y cuyo parto consagra la
virginidad? Oyes hablar de una virgen, oyes hablar de una humildad; si no
puedes imitar la virginidad de la humilde, imita la humildad de la virgen.
Loable virtud es la virginidad, pero más necesaria es la humildad: aquélla se
nos aconseja, ésta nos la mandan; te convidan a aquélla, a ésta te obligan. De
aquélla se dice: El que la puede guardar,
guárdela [El que pueda entender, que entienda] (Mt 19,12); de ésta se dice: El
que no se haga como este párvulo, no
entrará en el reino de los cielos (Mt
18,3-4). De modo que aquélla se premia, como sacrificio voluntario; ésta se
exige, como servicio obligatorio.
En
fin, puedes salvarte sin la virginidad, pero no sin la humildad. Puede agradar
la humildad que llora la virginidad perdida; mas sin humildad (me atrevo a
decirlo) ni aun la virginidad de María hubiera agradado a Dios.
¿Sobre quién
descansará mi espíritu, dice el Señor, sino sobre el humilde y manso? (Is 66, 2). Sobre el humilde, dice, no
sobre el que es virgen. Con que si María no fuera humilde, no reposara sobre
ella el Espíritu Santo; y, si no reposara sobre ella, no concibiera por virtud
de Él (Lc 1,35). Porque, ¿cómo
pudiera concebir de El sin Él? Es claro, pues, que para que de Él hubiese de
concebir., como ella dice: Miró el Señor
a la humildad de su sierva (Lc
1,48) mucho más que a la virginidad; y, aunque por la virginidad agradó a Dios,
con todo eso, concibió por la humildad. De donde consta que la humildad fue la
que hizo agradable su virginidad también.
[Grandeza
de la humildad] 6. ¿Qué dices, virgen soberbia? María, olvidada de que es
virgen, se gloria de la humildad, y tú, menospreciando la humildad, ¿te glorías
en tu virginidad? Miró, dice ella, a la humildad de su sierva el Señor (Lc 1,48). ¿Quién es ella? Una virgen
santa, una virgen pura, una virgen devota. ¿Por ventura eres tú más casto que
ella? ¿O más devoto? ¿O será tu castidad más agradable a Dios que la de María,
para que puedas tú sin humildad agradarle con la tuya, no habiéndole ella, sin
esta virtud, agradado con la suya? Finalmente, cuanto más digno de honor eres
por el don singular de la castidad, tanto mayor injuria te haces a ti mismo,
afeando en ti la hermosura de ella con la mezcla de tu soberbia; y mejor te
estaría no ser virgen que hacerte soberbio por la virginidad. No es de todos la
virginidad, ciertamente, pero es de muchos menos todavía la humildad acompañada
de la virginidad. Pues, si no puedes más que admirar la virginidad de María,
procura imitar su humildad, y te basta (2 Cor
12,9). Pero si eres virgen y al mismo tiempo humilde, grande eres,
cualquiera que seas.
Ejercicio: Elegir para la lectio
divina un texto mariano de las Cartas
Paulinas. (Ga 4,4-7; Ef 1,2-6.11-12…)