“Pídeme que te oculte en Mis heridas.
Hay un lugar para ti en cada una de Mis cinco heridas; cada uno de ellas
representa un refugio contra las tentaciones que te amenazan y las trampas
colocadas por el diablo, quien te atraparía y se alegraría de verte caer.
La herida en Mi diestra es tu refugio
de los pecados de la desobediencia y la voluntad propia. Refúgiate allí cuando
sientas la tentación de tomar el camino que es fácil y amplio.
La herida en Mi mano izquierda es tu
refugio de los pecados del egoísmo, de dirigir todas las cosas a ti y captar la
atención de los demás, tratando de tomar lo que tu mano derecha Me ha dado.
La herida en Mi pie derecho es tu
refugio de los pecados de inconstancia. Refúgiate allí cuando sientas la
tentación de ser inconsistente y cuando vaciles en tus propósitos de amarme
sobre todas las cosas y ponerme primero en tus afectos y deseos.
La herida en Mi pie izquierdo es tu
refugio contra los pecados de la pereza y del letargo espiritual. Refúgiate
allí cuando sientas la tentación de abandonar la lucha y consentir a la
desesperación y el desaliento.
Finalmente, la herida en Mi Costado es
tu refugio de todo amor falso y de todo engaño carnal que promete dulzura, pero
en lugar de eso da amargura y muerte1. Refúgiate en Mi Costado traspasado
cuando sientas la tentación de buscar el amor en cualquier criatura. Te he
creado para Mi amor y este amor puede satisfacer los deseos de tu corazón.
Entra, entonces, en la herida en Mi Costado y penetra incluso en Mi Corazón,
bebe profundamente de las fuentes del amor que solo estas descansarán y
deleitarán tu alma y te lavarán en preparación para la boda de tu alma Conmigo;
porque Yo soy el Esposo de tu alma, tu Salvador de todo lo que te puede
contaminar y tu Dios. Yo soy amor y misericordia ahora y por los siglos de los
siglos”.
Un monje benedictino, In Sinu Jesu:
Cuando el Corazón Habla al Corazón, -El Diario de un Sacerdote en Oración-, Jueves
15 de abril de 2010, p. 241.
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