Recuerda
Fabrice Hadjadj:
“….en sus Tusculanas, Cicerón propone una curiosa demostración
de la inmortalidad del alma, que podría ser denominada la demostración de los
árboles: “Los hombres trabajan para un porvenir que solo llegará cuando ya
hayan muerto: «Plantamos árboles que no darán fruto en nuestro siglo», dice
Cecilio en las Sinéfebis. ¿Por qué plantarlos, si los siglos venideros no nos
afectan a nosotros para nada? Pues lo mismo que un hombre que cultiva con
cuidado su tierra, planta árboles sin esperar ver nunca sus frutos, ¿acaso un
gran personaje no planta, si se me permite decirlo, leyes, costumbres y
repúblicas?” Sería bueno, sin duda, que nuestros políticos, que hacen campaña
ignorando las campiñas, pasaran algunos años de su vida plantando una huerta
para reencontrar el largo plazo de la verdadera cultura, la dignidad de los
hombres libres y el sentido del bien común”.
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