Nuestro Ropero
comunitario está bajo el patrocinio de Santa Gertrudis, para conocer más sobre
ella y su “espiritualidad”.
“El
descubrimiento de un Dios capaz de crear y honrar la libertad humana hasta las
últimas consecuencias llevó a la teóloga del siglo XIII Gertrudis de Helfta,
junto con sus hermanas del monasterio, a desarrollar una cristología (una
teología sobre Jesucristo) alternativa a la cristología hegemónica de la Baja
Edad Media. La teología dominante caracterizaba a Cristo Jesús como
Pantocrátor, Dios Todopoderoso, Rey del Mundo. Esta imagen enfatizaba el poder
de Cristo de gobernar y de imponer su ley a todas sus criaturas. Se le concebía
a imagen y semejanza de un emperador, un Señor dominante y soberano que ejercía
su autoridad suprema desde arriba.
Teniendo
en cuenta esta imagen dominante resulta sorprendente que en la primera
experiencia de Dios que tiene Gertrudis, Jesús se le aparezca como un joven de
dieciséis años que interactúa con ella, una experimentada monja de veintiséis
años que había vivido en el monasterio desde que tenía cinco, sin ningún tipo
de atributo mayestático. A partir de esta primera experiencia, la comprensión
que Gertrudis tiene de Jesús va creciendo en intimidad y Gertrudis empieza a
desarrollar la idea de la vulnerabilidad de Dios sin abandonar la idea de su
majestad o de su trascendencia. Es precisamente la simultaneidad de la trascendencia
y la vulnerabilidad de Dios lo que se convierte en el nervio central de la
teología de Gertrudis. A fin de captar adecuadamente este aspecto de su
teología, es ilustrativo comparar la experiencia interior que describe en el
capítulo VIII de su obra El heraldo del
amor divino, con la que describe en el capítulo XIV. En ambas ocasiones,
Gertrudis está participando en la eucaristía del domingo XV del tiempo
litúrgico ordinario. En ambas ocasiones la experiencia se produce después de
haber cantado la antífona propia del día: Sed
mi protector. En su primera experiencia Jesús le ofrece su corazón como
tierra prometida donde ella podrá encontrar reposo y protección: «Tocando
durante la recitación de estos versos tu pecho bendito con tu venerable mano,
me mostraste cuál era la tierra que tu generosidad infinita me prometía». En su
segunda experiencia, los papeles se invierten de forma sorprendente y es Jesús
quien busca reposo y protección en el corazón de Gertrudis: «Mediante las
palabras del introito me diste a entender, oh objeto único de mi amor, que,
agotado por las persecuciones y los ultrajes que tantas personas te infligen,
buscabas mi corazón a fin de descansar en él. Así, cada vez que entré en mi
corazón durante los siguientes tres días, te encontré en él acostado como una
persona aquejada por un cansancio extremo». La experiencia de la vulnerabilidad
y de la necesidad de Dios le es posible a Gertrudis a causa de la Encarnación,
la más distintiva y peculiar de todas las creencias cristianas: Dios tomó carne,
existió como ser humano en el tiempo y en el espacio en toda la plenitud de
Dios. En el contexto del cristianismo primitivo esta idea les parecía
simplemente absurda a los sabios, y a los que tenían fe religiosa les parecía
ofensiva. Es probable que este siga siendo el caso hoy en día. La idea de Dios
no se aviene con la idea de límite. Y sin embargo, los límites que el espacio y
el tiempo nos imponen nunca constituyen en realidad obstáculos para la
realización de nuestro potencial de amar (de nuestro potencial divino) en toda
su plenitud. Tales límites representan en realidad la condición de posibilidad
de nuestra libertad de la misma forma que el aire es condición de posibilidad
para el vuelo de la paloma de Kant: «La ligera paloma, que siente la resistencia
del aire que surca al volar libremente, podría imaginarse que volaría mucho
mejor aún en un espacio vacío», escribió Kant en la Introducción de la Crítica de la razón pura.
Confianza,
libertad, gozo, profundidad, intimidad, cuerpo, serenidad, luz, reposo, beso y
dulzura son algunas de las palabras que reaparecen con más frecuencia en los
escritos de Gertrudis. Expresan la forma en que Gertrudis experimentaba a Dios
y cómo hablaba de Dios a los peregrinos que hacían cola en la puerta del
monasterio para hablar con ella y con sus hermanas. El círculo teológico de
Helfta es responsable de haber iniciado la tradición del «sagrado corazón» de
Jesús, mas no concebida como una imagen edulcorada y superficial del amor, sino
como un tomarse en serio la invitación de Dios a la amistad y a la intimidad
con Ella. Gertrudis dejó atrás su búsqueda infantil de un Dios todopoderoso y
controlador para descubrir que Dios era en realidad vulnerable, que Dios
esperaba y que de hecho necesitaba el
acto original de amor que solo ella podía hacer y que debía ser constantemente
renovado. Gertrudis descubrió que Dios esperaba establecer una relación
personal de amor con ella y con cada uno de nosotros. Esta impactante
combinación de la majestad y la vulnerabilidad de Dios constituye el novum teológico introducido por las
monjas de Helfta, un novum que se
corresponde directamente con el mensaje del Evangelio. Gertrudis describió esta
doble dimensión del amor único de Dios con la imagen de un corazón del que
surgen dos rayos de luz: dorado para la divinidad, rosa para la humanidad (la
carne). En la Encarnación, Dios ha experimentado lo que las nociones clásicas
de Dios más rechazan, esto es, el cambio.
Dios ha cambiado: ha adquirido un cuerpo que, por la resurrección, ha sido incorporado
a Dios para toda la eternidad.
Las
monjas de Helfta hablaron entre ellas de sus experiencias interiores y se
ayudaron unas a otras a tomar en serio los retos que conllevaban, mas cada una
las vivió en la soledad de la propia intimidad. Ellas descubrieron las
profundidades de lo que el lenguaje moderno llama «subjetividad»; fueron
verdaderas pioneras en el siglo XIII, del descubrimiento de la subjetividad y
la libertad individual; anticiparon la devotio
moderna y fueron transformadas por su experiencia de tal manera que
adquirieron autoridad para inspirar a otras personas (varones y mujeres) en el
camino hacia el gozo y la realización personal. Estas monjas son un ejemplo de
liderazgo femenino que escapó del control patriarcal y se desarrolló de forma
natural y sin cortapisas”.
Teresa Forcades i Vila, Fe y libertad, Herder, Barcelona, 2017, pp. 42-43.
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