sábado, 3 de agosto de 2019

II. LECTIO COMPARTIDA DEL SALMO 41


1 Del maestro de coro. Poema de los hijos de Coré.

2. Como busca la cierva corrientes de agua,

así mi alma te busca a ti, Dios mío;



 


San Agustín: Exposición del Salmo 41
(Ardientes deseos del desterrado por ver nuevamente el santuario)

1. [v.2] Hace ya tiempo que mi alma desea gozarse con vosotros en la palabra de Dios, y saludaros en él, que es nuestro auxilio y nuestra salvación. Oíd por mi medio lo que el Señor nos da, y alegraos conmigo de su palabra, de su verdad y de su amor. De él hemos recibido un salmo, muy de acuerdo con vuestro deseo, del cual os voy a hablar. Comienza este salmo por un santo deseo, expresado así por el que lo canta: Como el ciervo desea las fuentes de agua, así mi alma te desea a ti, oh Dios. ¿Quién es el que esto dice? Nosotros mismos, si lo queremos. ¿Por qué vas a buscar fuera a ver quién es, cuando te es posible ser tú lo que estás buscando? Pero no se trata de un hombre, se trata de un cuerpo: el Cuerpo de Cristo que es la Iglesia (Col 1,24). Y no todos los que entran en la Iglesia tienen este deseo; en cambio los que han gustado la dulzura del Señor, y hallan en este cántico un sabor especial, no crean encontrarse solos. Tengan por cierto que esta clase de semilla está esparcida por el campo del Señor, por todo el orbe de la tierra, y que esta es la voz de toda unidad cristiana: Como el ciervo desea las fuentes de agua, así mi alma te desea a ti, oh Dios. Y bien podría entenderse que esta voz es la de aquellos que siendo todavía catecúmenos, se apresuran hacia la gracia del baño santo. Por eso cantamos aquí este salmo, para que de esta forma deseen la fuente de la remisión de los pecados, como desea el ciervo las fuentes de agua. Que sea así, y que esta comprensión ocupe en la Iglesia un lugar verdadero y solemne. Sin embargo, hermanos, me parece que incluso en el bautismo los fieles no sienten saciado este deseo; pero quizá si caen en la cuenta de por dónde están peregrinando, y hacia dónde han de llegar, se inflamarán todavía con más ardor.



2. [v.1] El título del salmo es: Para el fin, salmo, para comprensión de los hijos de Coré. Encontramos a los hijos de Coré también en los títulos de otros salmos (Sal 43-48), y recuerdo que ya hemos tratado y explicado lo que este nombre significa; recordaremos, no obstante, este título, y por el hecho de haberlo ya explicado, no dejemos de comentarlo de nuevo. De hecho no todos estabais presentes en los lugares donde lo expliqué. Coré fue un hombre, a cuyos hijos se les designa como hijos de Coré (Num 26,11). Pero nosotros vamos a escrutar el secreto de este sacramento, para que este nombre dé a luz el misterio del que se encuentra grávido. Es pues un gran sacramento que a los cristianos se les llame hijos de Coré. ¿Por qué hijos de Coré? Por ser hijos del Esposo, hijos de Cristo. A los cristianos se les llama, de hecho, hijos del Esposo (Mt 9,15). ¿Por qué identificamos a Coré con Cristo? Porque Coré significa Calvario. Muy de lejos viene esto. Preguntaba por qué a Coré se le identifica con Cristo. Pero ahora pregunto con más fuerza por qué a Cristo se le relaciona con el Calvario. ¿No sucedió que Cristo fue crucificado en el Calvario? (Mt 27,33) Indudablemente. Luego los hijos del Esposo, los hijos de su pasión, los hijos redimidos por su sangre, los hijos de su cruz, que llevan en la frente lo que los enemigos fijaron en aquel lugar del Calvario, se llaman los hijos de Coré. A ellos se les canta este salmo para que entiendan. Activemos, pues, nuestro entendimiento, y si es que se nos canta a nosotros, tratemos de entenderlo. ¿Y qué es lo que debemos entender? ¿Qué pretende dar a entender el cántico de este salmo? Me atrevo a decir: Lo invisible de Dios desde la creación del mundo, resulta comprensible a través de sus criaturas (Rm 1,20). Ánimo, hermanos, tratad de comprender mi anhelo, haceos partícipes conmigo de este mi deseo; tengamos juntos este amor, juntos tengamos esta sed ardiente, corramos juntos a la fuente para comprender. Deseemos como el ciervo la fuente, pero no la fuente del bautismo, que los catecúmenos desean para alcanzar el perdón de sus pecados, sino como ya bautizados, deseemos la otra fuente de que habla la Escritura: Porque en ti está la fuente de la vida. Sí, él es la fuente, él es la luz; porque tu luz nos hace ver la luz (Sal 35,10). Si es la fuente y es la luz, con toda razón es también entendimiento, puesto que sacia el alma ávida de saber; y todo aquel que entiende, es iluminado por una cierta luz no material, no corporal, no exterior, sino interior. Porque existe, hermanos, una luz interior que no la tienen los que no comprenden. Por eso, a los que desean esta fuente de vida, y algo perciben de ella, les dirige la palabra el Apóstol con esta recomendación: Ya no caminéis como caminan los paganos, en la vanidad de su mente, a oscuras en su inteligencia, ajenos a la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la ceguera de su corazón (Ef 4,17-18). Si estos están a oscuras en su mente, es decir, porque no entienden, andan a ciegas; y por tanto, los que entienden, son iluminados. Corre hacia las fuentes, desea las fuentes de agua. En Dios está la fuente de la vida, una fuente inagotable; y su luz es una luz que nunca se oscurece. Desea esta luz, por esa fuente y esa luz que tus ojos no conocen. Cuando se ve con esta luz, se habilita tu ojo interior; cuando bebes de esta fuente, la sed interior se inflama. Corre hacia la fuente, desea la fuente; pero no de cualquier modo, no corras como cualquier animal: corre como el ciervo. ¿Qué significa como el ciervo? No lo hagas con lentitud; corre veloz, desea con prontitud la fuente. Bien sabemos que el ciervo tiene una singular velocidad.


Traducción: Miguel F. Lanero, osa. y Enrique Aguiarte Bendímez, oar.


Oración sálmica:

“Como el ciervo desea las fuentes, como el cervatillo sediento olfatea el aire buscando con qué mitigar su sed, así mi alma suspira de sed de vida...

¡Ansias de Cristo! ¿Cómo no tenerlas? ...

El ciervo con sed, es el animal acosado por los cazadores...

Su sed le viene de su continuo correr por los montes, los riscos y las breñas. Busca con locura la fuente escondida, donde sabe hallará el descanso su fatiga, y el agua que templará sus ardores”

(San Rafael Arnaiz)

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