LA CIRCUNCISIÓN EN LA TRADICION
SAN JUSTINO, DIÁLOGO CON TRIFÓN
24 [1] Pudiera
también demostrarles, señores -proseguí diciendo-, que en el octavo día, con
preferencia al séptimo, se encerraba un cierto misterio anunciado por Dios en
esas realidades; pero para no darles impresión que divago en otros
razonamientos, me contento con gritarles que entiendan cómo la sangre de
aquella circuncisión se ha eliminado y nosotros hemos creído en otra sangre
salvadora. Otra alianza (cf. Jr 31,31; Is 54,3) rige ahora, y otra ley ha
salido de Sión (Mi 4,2; Is 2,3; cf. Is 51,4): Jesucristo. [2] Él circuncida a
todos los que así lo quieren, como desde antiguo fue anunciado, con cuchillos
de piedra (Jos 5,2), a fin de formar una nación justa, un pueblo que guarda la
fe, que abraza la verdad, que preserva la paz (cf. Is 26,2-3)).
28. [4] ¿Ven cómo
no es esa circuncisión, que fue dada como signo (cf. Gn 17,11), lo que Dios
quiere? Porque ni a los egipcios ni a los hijos de Moab y de Edom (cf. Jr 9,26)
les sirve para nada. En cambio, aún cuando sea un escita o persa, si tiene
conocimiento de Dios y de su Cristo y observa la justicia eterna, está
circuncidado con la buena y salvadora circuncisión, es amado de Dios y Dios se
complace en sus dones y ofrendas.
41. [4] El mandamiento
de la circuncisión, por el que se mandaba que todos los nacidos habían de
circuncidarse exclusivamente al octavo día (cf. Gn 17,12. 14), era también tipo
de la verdadera circuncisión, por la que Jesucristo nuestro Señor, resucitado
el día primero de la semana, nos circuncidó a nosotros del error y de la
tendencia al mal. Porque el primer día de la semana, aun siendo el primero de
todos los días, resulta el octavo de la serie, contando dos veces los días del
ciclo hebdomadario, sin dejar por ello de ser el primero.
113. [6] Josué, se
dice, circuncidó con una segunda circuncisión al pueblo, con cuchillos de
piedra (cf. Jos 5,2-3), y esto era anuncio de la circuncisión con que
Jesucristo mismo nos circuncidó a nosotros de las piedras y demás ídolos, habiendo
hecho montones de aquellos que eran del prepucio (cf. Gn 31,46; Jos 5,4), es
decir, del extravío del mundo, y, que en todo lugar (cf. Ml 1,11), fueron
circuncidados con cuchillos de piedra, que son las palabras de Jesús, nuestro
Señor. Porque ya he demostrado (cf. 34,2; 36,1; 58,13; 70,1-2; 86,1) que el
Cristo fue anunciado en parábola por los profetas como “piedra” y roca”. [7]
Por los cuchillos de piedra (cf. Jos 5,2-3) entendemos, pues, las palabras de
Cristo, por las que tantos extraviados incircuncisos recibieron la circuncisión
del corazón (cf. Rm 2,29?), aquella justamente que desde entonces, por
intermedio de Jesús, Dios exhortó a recibir aún a aquellos que ya llevaban la
circuncisión que tuvo su principio con Abraham, como lo prueba el hecho de habernos
contado que Jesús (Josué) circuncidó por segunda vez con cuchillos de piedra a
los que entraron en aquella tierra santa.
114. [4] Dichosos
somos, pues, nosotros que hemos recibido la segunda circuncisión, hecha con
cuchillos de piedra (cf. Jos 5,2). Porque la primera de ustedes fue hecha y se
sigue haciendo con (cuchillos de) hierro, pues siguen siendo duros de corazón.
Pero nuestra circuncisión, que es la segunda por el nombre, porque apareció
después de la de ustedes, se hace con piedras puntiagudas (cf. Jos 5,2), es
decir, por las palabras predicadas por los apóstoles de la Piedra angular (cf.
Is 28,16; 1 P 2,6; Ef 2,20), tallada sin concurso de mano alguna (cf. Dn 2,34),
nos circuncida de la idolatría y de toda maldad. Y están nuestros corazones tan
circuncidados de todo mal, que hasta nos alegramos de morir por el nombre de
esa bella piedra, de la que brota el agua viva (cf. Jr 2,13; Jn 4,10. 14, Ap
22,1. 17; 21,6) para los corazones de los que por Él acceden al amor del Padre
del universo, y apaga la sed de quienes desean abrevarse con el agua de la
vida.
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