sábado, 25 de mayo de 2019

PRIMER ENCUENTRO MONÁSTICO-CONTEMPLATIVO DE TUCUMÁN. EL SIAMBÓN 24 DE MAYO DE 2019

Participantes; Monjas Carmelitas de San Miguel de Tucumán, Monjas Dominicas de Concepción y Monjes Benedictinos de El Siambón.



La Instrucción La vida fraterna en comunidad, del 2 de febrero de 1994, dice:

“28. No hay que olvidar, por fin, que la paz y el gozo de estar juntos siguen siendo uno de los signos del Reino de Dios. La alegría de vivir, aun en medio de las dificultades del camino humano y espiritual y de las tristezas cotidianas, forma ya parte del Reino. Esta alegría es fruto del Espíritu y abarca la sencillez de la existencia, el tejido banal de lo cotidiano. Una fraternidad sin alegría es una fraternidad que se apaga. Muy pronto sus miembros se verán tentados de buscar en otra parte lo que no pueden encontrar en su casa. Una fraternidad donde abunda la alegría es un verdadero don de lo Alto a los hermanos que saben pedirlo y que saben aceptarse y se comprometen en la vida fraterna confiando en la acción del Espíritu. Se cumplen, de este modo, las palabras del salmo: ‘Ved qué delicia y qué hermosura es vivir los hermanos unidos...; ahí el Señor da la bendición y la vida para siempre’ (Sal 133,1-3), ‘porque, cuando viven juntos fraternalmente, se reúnen en la asamblea de la Iglesia, se sienten concordes en la caridad y en un solo querer’…”[1].
 



Y en la Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere sobre la vida contemplativa femenina del 29 de junio de 2016, leemos:

“26. Vosotras, que habéis abrazado la vida monástica, recordad siempre que los hombres y las mujeres de nuestro tiempo esperan de vosotras un testimonio de verdadera comunión fraterna que, en la sociedad marcada por divisiones y desigualdades, manifiesta con fuerza que es posible y bello vivir juntos (Cf. Sal 133,1), a pesar de las diferencias generacionales, de formación y, a veces, culturales. Que vuestras comunidades sean signos creíbles de que estas diferencias enriquecen la vida fraterna, lejos de ser un impedimento para vivirla. Recordad que unidad y comunión no significan uniformidad, y que se alimentan del diálogo, del compartir, de la ayuda recíproca y profunda humanidad, especialmente hacia los miembros más frágiles y necesitados”[2].


 


1. Ved[3] qué dulzura[4], qué delicia[5],

convivir[6] los hermanos unidos[7],

2. Es ungüento[8] precioso[9] en[10] la cabeza,

que va bajando[11] por[12] la barba,

que baja por la barba de Aarón,

hasta la franja[13] de su ornamento[14].

3. Es roció del Hermón que va bajando[15]

sobre el monte[16] Sión,

Porque allí manda[17] el Señor la bendición:

la vida para siempre.



Misa presidida por el Arzobispo Mons. Carlos Alberto Sánchez


“Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, que eres un solo Dios pero no un Dios solo; que al crear al hombre a tu imagen y semejanza dijiste que no es bueno que estuviera solo; que creaste la Iglesia como ‘un pueblo reunido por la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Lumen Gentium, 4); y que eres la fuente de todo amor, amistad y concordia en la convivencia humana: derrama sobre nosotros el ungüento precisos de tu unción y el rocío de tu amor, para que el gozo de la concordia en este mundo nos sea imagen, prenda y estímulo para avanzar hacia la caridad perfecta, que es la vida para siempre” (H. Raguer, “Salmo 132: La concordia es don de Dios”, p.131).



[1] Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, La Instr. La vida fraterna en comunidad. Congregavit nos in unum Christi amor 28, Paulinas, Bs. As., 1994, p. 33.
[2] Francisco, Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere sobre la vida contemplativa femenina 26, w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_constitutions/documents/papa-francesco_costituzione-ap_20160629_vultum-dei-quaerere.html.
[3] Mirad.
[4] Bueno, paz.
[5] Dulce, deleitoso, grato, agradable, alegría.
[6] Habitar, estar.
[7] Todos juntos.
[8] Oleo perfumado.
[9] Fino, exquisito, fragante.
[10] Sobre.
[11] Desciende.
[12] Hasta.
[13] Orla, boca.
[14] Vestidura, vestido.
[15] Cae.
[16] Por las alturas, colinas de…
[17] Dispensa, derrama.

El encuentro del joven Jesús con el anciano Nicodemo (2)


I.                   “Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos”.



¿Quién es este Nicodemo? 

Literariamente, un hombre de bien, rico, fariseo, puro, conocedor la Ley, miembro del Sanedrín, alguien importante con autoridad, un judío de nombre griego. Un personaje que Juan define como “el que había ido a ver de noche a Jesús”, el que busca al Otro, al diferente de sí.

Espiritualmente, un “nuevo Natanael”, “Al ver llegar a Natanael, Jesús dijo: ‘Este es un verdadero israelita, un hombre sin doblez’…” (Jn 1, 47), sincero, que trasciende sus prejuicios, su forma de ver y vivir la relación con Dios, posición social y edad. Podemos personalizar a Nicodemo, somos nosotros los hombres religiosos de hoy: un salesiano, un capitular, la inspectoría, la comunidad, que busca discernir la voluntad de Dios, pero también los jóvenes (“jóvenes viejos”), y en ese caso ¿quiénes seríamos nosotros? También, podríamos invertir los roles y pensar que los jóvenes son Jesús, a los cuales hacemos preguntas y con sus respuestas nos desafían a nacer de nuevo, a nacer de lo alto, a nacer del Espíritu.

En una de sus homilías para el IV domingo de cuaresma decía Benedicto XVI:



“¡Cuántos, también en nuestro tiempo, buscan a Dios, buscan a Jesús y a su Iglesia, buscan la misericordia divina, y esperan un ‘signo’ que toque su mente y su corazón! Hoy, como entonces, el evangelista nos recuerda que el único ‘signo’ es Jesús elevado en la cruz: Jesús muerto y resucitado es el signo absolutamente suficiente. En él podemos comprender la verdad de la vida y obtener la salvación. Este es el anuncio central de la Iglesia, que no cambia a lo largo de los siglos. Por tanto, la fe cristiana no es ideología, sino encuentro personal con Cristo crucificado y resucitado. De esta experiencia, que es individual y comunitaria, surge un nuevo modo de pensar y de actuar: como testimonian los santos, nace una existencia marcada por el amor”[1].

 

[1] 26 de marzo de 2006.

sábado, 18 de mayo de 2019

El encuentro del joven Jesús con el anciano Nicodemo (1)

Nota: Lectio compartida por el Abad con los participantes del capitulo inspectorial salesiano de Argentina Norte el 29 de abril de 2019.



Cuando me propusieron esta participación en el capítulo, pedí unos días para pensarlo y rezarlo. Me preguntaba: ¿conviene o no que vaya?, ¿qué les puede aportar un benedictino a los salesianos?, luego de unos días las preguntas cambiaron: ¿Señor, qué les digo de parte tuya?, ¿cómo se los digo? El Hno. Germán, para ponerme en sintonía con la temática, me facilitó los resultados de una encuesta en la cual, ustedes apostaban a la escucha de los jóvenes, cuando la leí me surgieron más preguntas: ¿en qué me estoy metiendo?, ¿cómo colaboro?

Para discernir, decidí hacer lo que hacemos los monjes, escuchar al Señor en la Liturgia y la Palabra, por eso, cuando vi que el evangelio de este lunes de la segunda semana de Pascua era el encuentro del joven Jesús con el anciano Nicodemo (Jn 3,1-15), sentí que encontraba respuesta, que fue confirmada por el inicio de la exhortación postsinodal de Francisco Christus vivit 1-2:



“Vive Cristo, esperanza nuestra, y Él es la más hermosa juventud de este mundo. Todo lo que Él toca se vuelve joven, se hace nuevo, se llena de vida…¡Él vive y te quiere vivo! Él está en ti, Él está contigo y nunca se va. Por más que te alejes, allí está el Resucitado, llamándote y esperándote para volver a empezar. Cuando te sientas avejentado por la tristeza, los rencores, los miedos, las dudas o los fracasos, Él estará allí para devolverte la fuerza y la esperanza”.



Les propongo por eso una lectio divina/vitae con el evangelio de hoy, ayudados por una imagen de Gabriel Chávez de la Mora, osb., una chacarera del Grupo Metanóia y algunas consideraciones para “permanecer” con el oído del corazón en el texto.



Había entre los fariseos un hombre llamado Nicodemo, que era uno de los notables entre los judíos. Fue de noche a ver a Jesús y le dijo: ‘Maestro, sabemos que tú has venido de parte de Dios para enseñar, porque nadie puede realizar los signos que tú haces, si Dios no está con él’. Jesús le respondió: ‘Te aseguro que el que no renace de lo alto no puede ver el Reino de Dios’ Nicodemo le preguntó: ‘¿Cómo un hombre puede nacer cuando ya es viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el seno de su madre y volver a nacer?’ Jesús le respondió: ‘Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañes de que te haya dicho: Ustedes tienen que renacer de lo alto. El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Lo mismo sucede con todo el que ha nacido del Espíritu’. ‘¿Cómo es posible todo esto?’, le volvió a preguntar Nicodemo. Jesús le respondió: ‘¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas? Te aseguro que nosotros hablamos de lo que hablamos de lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo? Nadie ha subido al cielo, sino el que descendió del cielo, el Hijo del hombre que está en el cielo. De la misma manera que Moisés levantó en alto la serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él tengan Vida eterna”.




sábado, 11 de mayo de 2019

MADUREZ HUMANA, MADUREZ PASCUAL


El maduro es un hombre…


l

Libre interiormente frente a lo terreno y caduco;

amo de sus afectos y pasiones;

capaz de corregirse y reparar sus yerros;

buscador de la verdad y la virtud;

compasivo con los débiles;

dueño de su corazón;

fácil para perdonar las injurias;

amigo del sacrificio y de la cruz;

no ahogado por el individualismo;

de gran unidad interior;

que vive de cara a Dios y a la eternidad;

familiarizado con Dios en la oración;

magnánimo y generoso;

confiado totalmente en Dios;

de mirada sana y sin envidia;

esforzado y prudente;

y fiel a su palabra.



Tal hombre es un ideal al que Jesús nos hace mirar con ojos llenos de esperanza y ánimo dispuesto a la conquista.

Tales debemos intentar llegar a ser.



P. Miguel Ángel Fuentes, I.V.E.

La madurez según Jesucristo,

El hombre a la luz del Sermón de la Montaña,

Colección Virtus/13,

San Rafael, 2011, p. 74.

sábado, 4 de mayo de 2019

La "domesticación" de la ira en la pedagogía benedictina (IV)


Apéndice: Educación y violencia

 

De la vida de San Anselmo de Canterbury:



«Cierto día, un abad famoso por su piedad conversaba con él sobre el estado religioso y la dificultad de disciplinar a los niños educados en el monasterio. “Indícame, te suplico – le dice a Anselmo -, qué regla hay que observar con ellos, porque son perversos e incorregibles. Día y noche los castigamos, y, sin embargo, cada vez son peores”. “¿No cesáis de castigarlos? – repuso el prior extrañado -. Y cuando sean adultos, ¿qué será de ellos? Embrutecidos y salvajes”. “Pero entonces ¿para qué gastar tanto con ellos, si terminan por hacerse unos brutos?”. “¿Y qué vamos a hacer? Ponemos todos los medios para que progresen, pero es tiempo perdido, aunque se les obligue con empujones”. “Vamos a ver, señor abad: supongamos que plantáis un árbol en vuestro jardín; si se le oprime de suerte que no pueda extender sus ramas y no se les quitan estas trabas más que después de algunos años, ¿qué árbol saldrá? Seguramente un árbol inútil, de ramas torcidas y revueltas”. “Y ¿de quién será la culpa sino del que le ató? Pues eso es lo que hacéis con vuestros niños. Al consagrarles a Dios, se les ha plantado en el jardín de la Iglesia para que crezcan y fructifiquen, y vosotros, por el temor, las amenazas, los golpes, les tenéis tan oprimidos, que no pueden tener ninguna libertad. Tratados de esa manera, acumulan, acarician, alimentan en su seno malos pensamientos, que se entrelazan como espinas, lo que podría servir no sirve más que para desechar con terquedad lo que podría servir para su corrección. Como no ven ningún afecto, ninguna bondad ni benevolencia para con ellos, se imaginan que vuestros procedimientos para con ellos van inspirados por el odio y la irritación. Y, desgraciadamente, ocurre que a medida que van creciendo, crece también con ellos el odio y toda clase de malas sospechas, que los inclina hacia el vicio. Y, como nadie les ha mostrado verdadero afecto, son incapaces de mirar a nadie si no es de reojo y con las cejas bajas. Pero en nombre de Dios respóndame: ¿Qué razón tenéis para ensañaros así contra ellos? ¿No son de la misma naturaleza que nosotros? Si estuvierais en su lugar, ¿os gustaría que os tratasen de la misma manera?... ¿Es que no queréis formarlos en las buenas costumbres más que fuerza de golpes y latigazos? ¿Habéis visto jamás un artesano que se contente con batir una lámina de oro o de plata para hacer una bella imagen? No lo creo. ¿Qué hace pues? Para dar una forma conveniente al precioso metal, le oprime y golpea dulcemente con algún instrumento, después le coge con tenazas más delicadas y le modela con más suavidad aún. Vosotros igualmente, si queréis que vuestros niños adquieran buenas costumbres, debéis templar las correcciones corporales con una bondad paternal, con una asistencia llena de suavidad. “Pero ¿qué temperamento tomar, qué medios? – replicó el abad - Todos nuestros esfuerzos tienden a obligarles a tomar maneras graves y llenas de madurez”. “Muy bien –dijo Anselmo -, el pan, como todo otro alimento sólido, es excelente para aquel que puede comerlo; pero dáselo a un niño que acaba de dejar el pecho, y veréis que le asfixiará en vez de fortificarle. ¿Por qué? Inútil decirlo, porque es evidente. Pero guardad bien esto: así como el cuerpo exige una alimentación distinta, según este débil o vigoroso, de igual modo el alma, según que es débil o fuerte, pide alimento distinto. Un alma fuerte se sostiene con un alimento sólido. La paciencia en las tribulaciones, presentar la mejilla izquierda cuando la derecha es golpeada, rogar por sus enemigos, amar a los que nos odian y otras virtudes semejantes, he ahí su fuerza y su alegría. El alma débil y aun tierna tiene necesidad de leche, quiero decir de la dulzura del prójimo, de bondad, de compasión, de consuelo, de aguante caritativo. Si en esta forma os ponéis al alcance de vuestros niños, haciéndoos fuerte con los fuertes, débil con los débiles, los ganaréis todos para Dios, en el grado en que debe hacerse”. Al oír estas palabras, el abad se puso a gemir: “Sí, verdaderamente nos hemos equivocado, la luz de la discreción no nos ha guiado”. Y posternándose a los pies del santo, confesó sus faltas pasadas y prometió enmendarse en el futuro»[1].

[1] Eadmero, Vita Anselmi 1, 22-23. 30-31.