La Instrucción
La vida fraterna en comunidad, del 2 de febrero de 1994, dice:
“28. No hay que
olvidar, por fin, que la paz y el gozo de estar juntos siguen siendo uno de los
signos del Reino de Dios. La alegría de vivir, aun en medio de las dificultades
del camino humano y espiritual y de las tristezas cotidianas, forma ya parte
del Reino. Esta alegría es fruto del Espíritu y abarca la sencillez de la
existencia, el tejido banal de lo cotidiano. Una fraternidad sin alegría es una
fraternidad que se apaga. Muy pronto sus miembros se verán tentados de buscar
en otra parte lo que no pueden encontrar en su casa. Una fraternidad donde
abunda la alegría es un verdadero don de lo Alto a los hermanos que saben
pedirlo y que saben aceptarse y se comprometen en la vida fraterna confiando en
la acción del Espíritu. Se cumplen, de este modo, las palabras del salmo: ‘Ved
qué delicia y qué hermosura es vivir los hermanos unidos...; ahí el Señor da la
bendición y la vida para siempre’ (Sal
133,1-3), ‘porque, cuando viven juntos fraternalmente, se reúnen en la asamblea
de la Iglesia, se sienten concordes en la caridad y en un solo querer’…”[1].
Y en la Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere sobre la vida
contemplativa femenina del 29 de junio de 2016, leemos:
“26. Vosotras,
que habéis abrazado la vida monástica, recordad siempre que los hombres y las
mujeres de nuestro tiempo esperan de vosotras un testimonio de verdadera
comunión fraterna que, en la sociedad marcada por divisiones y desigualdades,
manifiesta con fuerza que es posible y bello vivir juntos (Cf. Sal 133,1), a pesar de las diferencias generacionales, de
formación y, a veces, culturales. Que vuestras comunidades sean signos creíbles
de que estas diferencias enriquecen la vida fraterna, lejos de ser un
impedimento para vivirla. Recordad que unidad y comunión no significan
uniformidad, y que se alimentan del diálogo, del compartir, de la ayuda
recíproca y profunda humanidad, especialmente hacia los miembros más frágiles y
necesitados”[2].
que baja por la barba de Aarón,
3. Es roció del Hermón que va bajando[15]
sobre el monte[16]
Sión,
Porque allí manda[17]
el Señor la bendición:
la vida para siempre.
“Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, que eres un solo Dios pero no un
Dios solo; que al crear al hombre a tu imagen y semejanza dijiste que no es
bueno que estuviera solo; que creaste la Iglesia como ‘un pueblo reunido por la
unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Lumen Gentium, 4); y que eres
la fuente de todo amor, amistad y concordia en la convivencia humana: derrama
sobre nosotros el ungüento precisos de tu unción y el rocío de tu amor, para
que el gozo de la concordia en este mundo nos sea imagen, prenda y estímulo
para avanzar hacia la caridad perfecta, que es la vida para siempre” (H. Raguer, “Salmo 132: La
concordia es don de Dios”, p.131).
[1] Congregación para los Institutos
de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, La Instr. La vida fraterna en comunidad. Congregavit nos in unum Christi amor 28, Paulinas, Bs. As., 1994,
p. 33.
[2] Francisco, Constitución
Apostólica Vultum Dei quaerere sobre
la vida contemplativa femenina 26,
w2.vatican.va/content/francesco/es/apost_constitutions/documents/papa-francesco_costituzione-ap_20160629_vultum-dei-quaerere.html.
[3] Mirad.
[4] Bueno, paz.
[5] Dulce, deleitoso, grato,
agradable, alegría.
[6] Habitar, estar.
[7] Todos juntos.
[8] Oleo perfumado.
[9] Fino, exquisito, fragante.
[10] Sobre.
[11] Desciende.
[12] Hasta.
[13] Orla, boca.
[14] Vestidura, vestido.
[15] Cae.
[16] Por las alturas, colinas de…
[17] Dispensa, derrama.
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