Con esta celebración litúrgica comenzamos nuestro camino hacia la Pascua, hacia el Misterio Pascual de Jesús, su muerte y su resurrección. Pero también comenzamos nuestro camino hacia el bautismo: los catecúmenos porque lo recibirán en la Vigilia Pascual, nosotros porque lo renovaremos en esa misma vigilia. Muerte y Resurrección de Jesús y bautismo son realidades inseparables.
Todo camino se define por la meta, por el lugar de llegada. El camino cuaresmal nos lleva, como dijimos, al Misterio Pascual de Jesús, a nuestra participación en este Misterio. Por eso el camino cuaresmal tiene dos características: seriedad y alegría. Si leemos los dos capítulos de la Regla en que San Benito nos habla de la Cuaresma veremos claramente que él la encara con estas dos características.
Las lecturas bíblicas que nos propone hoy la Liturgia también nos piden seriedad y alegría.
El profeta Joel le habla al pueblo, afligido por una plaga que lo puede dejar sin alimento y agobiado por su pecado, su infidelidad que lo separa y enfrenta a Dios. Le transmite el llamado de Dios a la conversión: “Vuelvan a mí de todo corazón, con ayuno, llantos y lamentos. Desgarren su corazón y no sus vestiduras.” Evidentemente esto implica seriedad, dolor y esfuerzo. ¿Y la alegría dónde está? La alegría está en qué el resultado no depende del esfuerzo humano sino de Dios que “es bondadoso y compasivo, lento para la ira y rico en fidelidad”. Los sacerdotes, imitando a Moisés, al interceder por el pueblo “desafiarán” a Dios a cuidar su honor y prestigio perdonándolo “¡Perdona, Señor, a tu pueblo, no entregues tu herencia al oprobio, y que las naciones no se burlen de ella! ¿Por qué se ha decir entre los pueblos: Dónde está su Dios? Que los paganos no puedan burlarse de la impotencia del Dios de Israel, o de su crueldad… Joel nos dice que el Señor recogió el guante, “se llenó de celos por su tierra y se compadeció de su pueblo”.
Seriedad y alegría nos pide San Pablo con mucha vehemencia en la segunda lectura: “Les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios” No se trata de un esfuerzo espasmódico del hombre sino de recibir gratis el perdón, la gracia, que Dios nos ofrece. A nosotros nos sale gratis a Dios no: “Ustedes saben que fueron rescatados de la vana conducta heredada de sus padres, no con bienes corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin mancha y sin defecto” 1 Pedro 1,18-19. La cuaresma tiempo de alegría porque “Es el tiempo favorable, este es el día de la salvación”.
En el evangelio Jesús se refiere a las tres prácticas tradicionales de la piedad judía: limosna, oración y ayuno y pide una renovación en las mismas; interioridad y autenticidad. Pero respecto al ayuno señala expresamente “cuando ayunen no pongan caras tristes”. El evangelio es alegre noticia…
La interioridad de las tres prácticas tradicionales:
La limosna me obliga a estar atento a la necesidad del hermano y a un inventario de mis bienes materiales y sobre todo de mis carismas. ¿Qué necesita mi hermano? ¿Qué tengo para darle?
La oración, un diálogo con el Padre, un diálogo filial que implica escucha y respuesta.
El ayuno es invitación a vaciarse para llenarse; sentir hambre física para que surja en nosotros el hambre de lo interior, hondura humana y espiritual.
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