domingo, 26 de marzo de 2017

Dos textos para el Cuarto Domingo de Cuaresma

Bautizados, somos iluminados; iluminados somos hijos de Dios. Hijos de Dios, recibimos un don perfecto, y recibiendo un don perfecto, poseemos la inmortalidad…
Nosotros los bautizados, liberados del pecado cuya oscuridad obstaculizaba al Espíritu Santo, tenemos libre el ojo del espíritu, transparente, luminoso, y por él, vemos a Dios, siendo repartido el Espíritu Santo desde lo alto sobre nosotros.
Penetrados por este rayo eterno, podemos ver esta luz eterna. Pues lo semejante ama lo semejante, lo que es santo es amado por la fuente de toda santidad que es esencialmente Luz. Pues vosotros erais tinieblas, y ahora sois luz en el Señor.

                               [San Clemente de Alejandría, El Pedagogo, I, 6]

 
Tu luz me envuelve, ella me da la vida, oh Cristo mío,
pues tu mirada es fuente de vida,
tu mirada es resurrección.
Decir las operaciones de tu luz, es lo que sabría hacer,
y por lo tanto, lo que he conocido y conozco, Dios mío;
es esto que,  mismo en la enfermedad, Maestro,
mismo en las aflicciones  y  en las penas,
que sea retenido en los lazos, en el hambre, en la prisión,
que sea presa de los peores sufrimientos, oh Cristo mío,
tu luz brillando,
disipa todo esto como tinieblas y es en el reposo, la luz;
y el gozo de tu luz que me establece repentinamente en tu Espíritu divino.


      [Simeón el Nuevo Teólogo, Himnos t. III, 
Paris, Cerf, SourcesChrétiennes 196, 1973, p.185]

Textos seleccionados y traducidos por el P. Marcelo Maciel, osb

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