Los invito a que veamos brevemente cómo los
textos bíblicos de este domingo iluminan nuestro camino cuaresmal hacia la
Pascua.
En la primera lectura tenemos el conocido
texto del Génesis sobre la vocación de Abrahán. Dios le da una orden: “Deja tu
tierra y ve al país que te mostraré”; y una promesa: una nueva patria, una
fecundidad extraordinaria y una bendición que llegará a ser universal, “Por ti
se bendecirán todos los pueblos de la tierra”. Abrahán escucha y obedece.
La cuaresma nos exige escuchar. Dios nos
irá hablando en estos cuarenta días; nos recordará cosas ya sabidas y nos dirá
cosas nuevas. La cuaresma nos exigirá dejar cosas, “conviértete” se nos
dijo el miércoles de cenizas. La cuaresma nos promete cosas nuevas, la más
importante la resurrección de Cristo y la nuestra en nuestro bautismo; las dos
ya realizadas, pero que en cada Pascua se renuevan.
En la segunda lectura el autor de la
segunda carta a Timoteo nos invita a tomar conciencia de que el camino
cuaresmal no se hace como un ejercicio solitario sino comunitario y sobre todo
como un camino que se hace con Jesús: “Comparte conmigo los sufrimientos que es
necesario padecer por el Evangelio”, “Era necesario que el Mesías
padeciera”. Ese camino comunitario no es un esfuerzo humano sino que es Dios
que nos anima con su fortaleza. Ese camino es una vocación, un llamado no fruto
de nuestras obras sino iniciativa gratuita de Dios que la decretó desde toda la
eternidad, y la concretizó con la manifestación de nuestro Salvador Jesucristo
que destruyó la muerte e hizo brillar la VIDA.
El texto del evangelio ilumina en primer
lugar la persona de Jesús. No podemos comprender y valorar el Misterio Pascual
de Cristo, su muerte y resurrección si antes no captamos el misterio de su persona:
hombre y Dios. Nuestro camino cuaresmal hacia la Pascua, evidentemente depende
de la comprensión que tengamos de la persona de Jesús y del sentido de su
muerte y resurrección. Mateo con su evangelio nos quiere llevar hasta esa
comprensión.
Jesús verdadero hombre, capaz de sufrir y
morir. Mateo lo dice clarito en los versículos inmediatamente anteriores al
texto de hoy: el segundo anuncio de la pasión. Pero también al nombrar a los
tres testigos de la transfiguración, los mismos que lo acompañarán en la
oración en el Huerto de los Olivos, nos insinúa que ellos son al mismo tiempo
testigos de su humanidad y de su divinidad.
Jesús verdadero Dios; esto es lo que no
entendían los apóstoles, esto es lo que tenemos que entender nosotros. San
Mateo en el texto de hoy, como lo hace a lo largo de su evangelio,
presenta a Jesús con el telón de fondo de acontecimientos y palabras del AT.
Hoy el telón de fondo es la subida de Moises al Monte y su encuentro con Dios
del capítulo 24 del Éxodo. Elías también sube a la Montaña para encontrarse con
Dios en una situación humanamente desesperada. La resplandor de Yavhe es
ahora el resplandor de Jesús en la transfiguración. Jesús ocupa el lugar de
Dios porque es Dios.
En el Éxodo Dios desde la nube establece la
alianza y la ley. Aquí la voz de Dios desde la nube dice otra cosa: “Este
es mi Hijo muy querido, en quién tengo puesta mi predilección, escúchenlo”. Ya
después del bautismo, el Padre lo había proclamado Hijo e Hijo muy querido.
Escuchar y obedecer era el mandato de Dios a su pueblo. El pueblo tenía que
escuchar y obedecer la Ley. Ahora ante el mandato del Padre: “escúchenlo”
desaparecen Moisés y Elías. Ya no hay que cumplir la ley sino aceptar la nueva
interpretación de Jesús en el sermón de las Bienaventuranzas. Ya no hay ley
sino Evangelio, Buena Noticia.
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