miércoles, 28 de febrero de 2018
LA CUARESMA TIEMPO DE CIRCUNCIDAR EL CORAZON
LA CIRCUNCISIÓN EN LA TRADICION
SAN JUSTINO, DIÁLOGO CON TRIFÓN
24 [1] Pudiera
también demostrarles, señores -proseguí diciendo-, que en el octavo día, con
preferencia al séptimo, se encerraba un cierto misterio anunciado por Dios en
esas realidades; pero para no darles impresión que divago en otros
razonamientos, me contento con gritarles que entiendan cómo la sangre de
aquella circuncisión se ha eliminado y nosotros hemos creído en otra sangre
salvadora. Otra alianza (cf. Jr 31,31; Is 54,3) rige ahora, y otra ley ha
salido de Sión (Mi 4,2; Is 2,3; cf. Is 51,4): Jesucristo. [2] Él circuncida a
todos los que así lo quieren, como desde antiguo fue anunciado, con cuchillos
de piedra (Jos 5,2), a fin de formar una nación justa, un pueblo que guarda la
fe, que abraza la verdad, que preserva la paz (cf. Is 26,2-3)).
28. [4] ¿Ven cómo
no es esa circuncisión, que fue dada como signo (cf. Gn 17,11), lo que Dios
quiere? Porque ni a los egipcios ni a los hijos de Moab y de Edom (cf. Jr 9,26)
les sirve para nada. En cambio, aún cuando sea un escita o persa, si tiene
conocimiento de Dios y de su Cristo y observa la justicia eterna, está
circuncidado con la buena y salvadora circuncisión, es amado de Dios y Dios se
complace en sus dones y ofrendas.
41. [4] El mandamiento
de la circuncisión, por el que se mandaba que todos los nacidos habían de
circuncidarse exclusivamente al octavo día (cf. Gn 17,12. 14), era también tipo
de la verdadera circuncisión, por la que Jesucristo nuestro Señor, resucitado
el día primero de la semana, nos circuncidó a nosotros del error y de la
tendencia al mal. Porque el primer día de la semana, aun siendo el primero de
todos los días, resulta el octavo de la serie, contando dos veces los días del
ciclo hebdomadario, sin dejar por ello de ser el primero.
113. [6] Josué, se
dice, circuncidó con una segunda circuncisión al pueblo, con cuchillos de
piedra (cf. Jos 5,2-3), y esto era anuncio de la circuncisión con que
Jesucristo mismo nos circuncidó a nosotros de las piedras y demás ídolos, habiendo
hecho montones de aquellos que eran del prepucio (cf. Gn 31,46; Jos 5,4), es
decir, del extravío del mundo, y, que en todo lugar (cf. Ml 1,11), fueron
circuncidados con cuchillos de piedra, que son las palabras de Jesús, nuestro
Señor. Porque ya he demostrado (cf. 34,2; 36,1; 58,13; 70,1-2; 86,1) que el
Cristo fue anunciado en parábola por los profetas como “piedra” y roca”. [7]
Por los cuchillos de piedra (cf. Jos 5,2-3) entendemos, pues, las palabras de
Cristo, por las que tantos extraviados incircuncisos recibieron la circuncisión
del corazón (cf. Rm 2,29?), aquella justamente que desde entonces, por
intermedio de Jesús, Dios exhortó a recibir aún a aquellos que ya llevaban la
circuncisión que tuvo su principio con Abraham, como lo prueba el hecho de habernos
contado que Jesús (Josué) circuncidó por segunda vez con cuchillos de piedra a
los que entraron en aquella tierra santa.
114. [4] Dichosos
somos, pues, nosotros que hemos recibido la segunda circuncisión, hecha con
cuchillos de piedra (cf. Jos 5,2). Porque la primera de ustedes fue hecha y se
sigue haciendo con (cuchillos de) hierro, pues siguen siendo duros de corazón.
Pero nuestra circuncisión, que es la segunda por el nombre, porque apareció
después de la de ustedes, se hace con piedras puntiagudas (cf. Jos 5,2), es
decir, por las palabras predicadas por los apóstoles de la Piedra angular (cf.
Is 28,16; 1 P 2,6; Ef 2,20), tallada sin concurso de mano alguna (cf. Dn 2,34),
nos circuncida de la idolatría y de toda maldad. Y están nuestros corazones tan
circuncidados de todo mal, que hasta nos alegramos de morir por el nombre de
esa bella piedra, de la que brota el agua viva (cf. Jr 2,13; Jn 4,10. 14, Ap
22,1. 17; 21,6) para los corazones de los que por Él acceden al amor del Padre
del universo, y apaga la sed de quienes desean abrevarse con el agua de la
vida.
sábado, 24 de febrero de 2018
LA CUARESMA TIEMPO DE CIRCUNCIDAR EL CORAZON
4. La Circuncisión en el Nuevo Testamento
Jn 7, 14-24
14
Promediaba ya la celebración de la fiesta, cuando Jesús subió al Templo y
comenzó a enseñar. 15 Los judíos, admirados, decían: «¿Cómo conoce las
Escrituras sin haber estudiado?». 16 Jesús les respondió: «Mi enseñanza no es
mía sino de aquel que me envió. 17 El que quiere hacer la voluntad de Dios
conocerá si esta enseñanza es de Dios o si yo hablo por mi cuenta. 18 El que
habla por su cuenta busca su propia gloria, pero el que busca la gloria de
aquel que lo envió, ese dice la verdad y no hay nada de falso en él. 19 ¿Acaso
Moisés no les dio la Ley? Pero ninguno de ustedes la cumple. ¿Por qué quieren
matarme?». 20 La multitud respondió: «Estás poseído por el demonio: ¿quién
quiere matarte?». 21 Jesús continuó: «Por una sola obra que realicé, ustedes
están maravillados. 22 Moisés les dio la circuncisión –aunque ella no viene de
Moisés, sino de los patriarcas– y ustedes la practican también en sábado. 23 Si
se circuncida a un hombre en sábado para no quebrantar la Ley de Moisés, ¿cómo
ustedes se enojan conmigo porque he curado completamente a un hombre en sábado?
24 No juzguen según las apariencias, sino conforme a la justicia».
Hch 7,1-8
1
El Sumo Sacerdote preguntó a Esteban: «¿Es verdad lo que estos dicen?». 2 El
respondió: «Hermanos y padres, escuchen: El Dios de la gloria se apareció a
nuestro padre Abraham, cuando aún estaba en la Mesopotamia, antes de
establecerse en Jarán, 3 y le dijo: «Abandona tu tierra natal y la casa de tu
padre y ve al país que yo te indicaré». 4 Abraham salió de Caldea para
establecerse en Jarán. Después de la muerte de su padre, Dios le ordenó que se
trasladara a este país, donde ustedes ahora están viviendo. 5 El no le dio nada
en propiedad, ni siquiera un palmo de tierra, pero prometió darle en posesión
este país, a él, y después de él a sus descendientes, aunque todavía no tenía
hijos. 6 Y Dios le anunció que sus descendientes emigrarían a una tierra
extranjera, y serían esclavizados y maltratados durante cuatrocientos años. 7
Pero yo juzgaré al pueblo que los esclavizará –dice el Señor– y después
quedarán en libertad y me tributarán culto en este mismo lugar. 8 Le dio luego
la alianza sellada con la circuncisión y así Abraham, cuando nació su hijo
Isaac, lo circuncidó al octavo día; Isaac hizo lo mismo con Jacob, y Jacob con
los doce patriarcas.
Hch 7, 51
51 ¡Hombres rebeldes, paganos (incircuncisos) de corazón y cerrados
a la verdad! Ustedes siempre resisten al Espíritu Santo y son iguales a sus
padres.
Rm 2, 23-29
23
Tú, que te glorías en la Ley, deshonras a Dios violando la Ley. 24 Porque como
dice la Escritura: "Por culpa de ustedes, el nombre de Dios es blasfemado
entre las naciones". 25 La circuncisión es útil se practicas la Ley, pero
si no la practicas, es lo mismo que si fueras un incircunciso. 26 Al contrario,
el que no está circuncidado, pero observa las prescripciones de la Ley, será
tenido por un verdadero circunciso. 27 Más aún, el que físicamente no está
circuncidado pero observa la Ley, te juzgará a ti, que teniendo la letra de la
Ley y la circuncisión, no practicas la Ley. 28 Porque no es verdadero judío el
que lo es exteriormente, ni la verdadera circuncisión es la que se nota en la
carne. 29 El verdadero judío lo es interiormente, y la verdadera circuncisión
es la del corazón, la que se hace según el espíritu y no según la letra de la
Ley. A este le corresponde la alabanza, no de los hombres, sino de Dios.
Rm 4, 1-25
1
¿Y qué diremos de Abraham, nuestro padre según la carne? 2 Si él hubiera sido
justificado por las obras tendría de qué gloriarse, pero no delante de Dios. 3
Porque, ¿qué dice la Escritura?: Abraham creyó en Dios y esto le fue tenido en
cuenta para su justificación. 4 Ahora bien, al que trabaja no se le da el
salario como un regalo, sino como algo que se le debe. 5 Pero al que no hace
nada, sino que cree en aquel que justifica al impío, se le tiene en cuenta la
fe para su justificación. 6 Por eso David proclama la felicidad de aquel a
quien Dios confiere la justicia sin las obras, diciendo: 7 "Felices
aquellos a quienes fueron perdonadas sus faltas y cuyos pecados han sido
cubiertos. 8 Feliz el hombre a quien Dios no le tiene en cuenta su
pecado". 9 Pero esta felicidad, ¿es únicamente para los que han sido
circuncidados, o también para los que no lo han sido? Consideremos lo que ya
dijimos: A Abraham le fue tenida en cuenta la fe para su justificación. 10
¿Cuando le fue tenida en cuenta? ¿Antes o después de la circuncisión?
Evidentemente antes y no después. 11 Y él recibió el signo de la circuncisión,
como sello de la justicia que alcanzó por medio de la fe, antes de ser
circuncidado. Así llegó a ser padre de aquellos que, a pesar de no estar
circuncidados, tienen la fe que les es tenida en cuenta para su justificación. 12
Y es también padre de los que se circuncidan pero no se contentan con esto,
sino que siguen el mismo camino de la fe que tuvo nuestro padre Abraham, antes
de ser circuncidado. 13 En efecto, la promesa de recibir el mundo en herencia,
hecha a Abraham y a su posteridad, no le fue concedida en virtud de la Ley,
sino por la justicia que procede de la fe. 14 Porque si la herencia pertenece a
los que están bajo la Ley, la fe no tiene objeto y la promesa carece de valor, 15
ya que la Ley provoca la ira y donde no hay Ley tampoco hay transgresión. 16
Por eso, la herencia se obtiene por medio de la fe, a fin de que esa herencia
sea gratuita y la promesa quede asegurada para todos los descendientes de
Abraham, no sólo los que lo son por la Ley, sino también los que lo son por la
fe. Porque él es nuestro padre común 17 como dice la Escritura: ""Te
he constituido padre de muchas naciones". Abraham es nuestro padre a los
ojos de aquel en quien creyó: el Dios que da vida a los muertos y llama a la
existencia a las cosas que no existen. 18 Esperando contra toda esperanza,
Abraham creyó y llegó a ser padre de muchas naciones, como se le había
anunciado: Así será tu descendencia. 19 Su fe no flaqueó, al considerar que su
cuerpo estaba como muerto –era casi centenario– y que también lo estaba el seno
de Sara. 20 El no dudó de la promesa de Dios, por falta de fe, sino al
contrario, fortalecido por esa fe, glorificó a Dios, 21 plenamente convencido
de que Dios tiene poder para cumplir lo que promete. 22 Por eso, la fe le fue
tenida en cuenta para su justificación. 23 Pero cuando dice la Escritura:
"Dios tuvo en cuenta su fe", no se refiere únicamente a Abraham, sino
también a nosotros, 24 que tenemos fe en aquel que resucitó a nuestro Señor
Jesús, 25 el cual fue entregado por nuestros pecados y resucitado para nuestra
justificación.
1 Cor 7, 18-19
18
Si un hombre estaba circuncidado antes que Dios lo llamara, que no oculte la
señal de la circuncisión; si el llamado lo encontró incircunciso, que no se
circuncide. 19 Lo que vale no es la circuncisión, sino cumplir los mandamientos
de Dios.
Ga 5, 1-26
1
Esta es la libertad que nos ha dado Cristo. Manténganse firmes para no caer de
nuevo bajo el yugo de la esclavitud. 2 Yo mismo, Pablo, les digo: si ustedes se
hacen circuncidar, Cristo no les servirá de nada. 3 Les vuelvo a insistir:
todos los que se circuncidan, están obligados a observar íntegramente la Ley. 4
Si ustedes buscan la justicia por medio de la Ley, han roto con Cristo y quedan
fuera del dominio de la gracia. 5 Porque a nosotros, el Espíritu, nos hace
esperar por la fe los bienes de la justicia. 6 En efecto, en Cristo Jesús, ya
no cuanta la circuncisión ni la incircuncisión, sino la fe que obra por medio
del amor. 7 ¡Ustedes andaban tan bien...! ¿Quién les impidió mantenerse fieles
a la verdad? 8 ¡No habrá sido a instancias de aquel que los llama! 9 «Un poco
de levadura hace fermentar toda la masa». 10 Yo espero en el Señor que ustedes
no cambiarán de parecer. En cuanto a aquel que los está perturbando, será
castigado, sea quien sea. 11 Hermanos, si yo predicara todavía la circuncisión,
no me perseguirían. ¡Pero entonces, habría terminado el escándalo de la cruz!
12 En cuanto a los agitadores, ojalá que llegaran hasta la mutilación total. 13
Ustedes, hermanos, han sido llamados para vivir en libertad, pero procuren que
esta libertad no sea un pretexto para satisfacer los deseos carnales» háganse
más bien servidores los unos de los otros, por medio del amor. 14 Porque toda
la Ley está resumida plenamente en este precepto: Amarás a tu prójimo como a ti
mismo. 15 Pero si ustedes se están mordiendo y devorando mutuamente, tengan
cuidado porque terminarán destruyéndose los unos a los otros. 16 Yo los exhorto
a que se dejen conducir por el Espíritu de Dios, y así no serán arrastrados por
los deseos de la carne. 17 Porque la carne desea contra el espíritu y el
espíritu contra la carne. Ambos luchan entre sí, y por eso, ustedes no pueden
hacer todo el bien que quieren. 18 Pero si están animados por el Espíritu, ya
no están sometidos a la Ley. 19 Se sabe muy bien cuáles son las obras de la
carne: fornicación, impureza y libertinaje, 20 idolatría y superstición,
enemistades y peleas, rivalidades y violencias, ambiciones y discordias,
sectarismos, disensiones 21 y envidias, ebriedades y orgías, y todos los
excesos de esta naturaleza. Les vuelvo a repetir que los que hacen estas cosas
no poseerán el Reino de Dios. 22 Por el contrario, el fruto del Espíritu es:
amor, alegría y paz, magnanimidad, afabilidad, bondad y confianza, 23
mansedumbre y temperancia. Frente a estas cosas, la Ley está demás, 24 porque
los que pertenecen a Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y
sus malos deseos. 25 Si vivimos animados por el Espíritu, dejémonos conducir
también por él. 26 No busquemos la vanagloria, provocándonos los unos a los
otros y envidiándonos mutuamente.
Gal 6, 11-18
11
¿Ven estas letras grandes? ¡Les estoy escribiendo con mi propia mano! 12 Los
que quieren imponerles la circuncisión sólo buscan quedar bien exteriormente, y
evitar ser perseguidos a causa de la cruz de Cristo. 13 Porque tampoco aquellos
que se hacen circuncidar observan la Ley; sólo pretenden que ustedes se
circunciden para gloriarse de eso. 14 Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro
Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy
para el mundo. 15 Estar circuncidado o no estarlo, no tiene ninguna
importancia: lo que importa es ser una nueva criatura. 16 Que todos los que
practican esta norma tengan paz y misericordia, lo mismo que el Israel de Dios.
17 Que nadie me moleste en adelante: yo llevo en mi cuerpo las cicatrices de
Jesús. 18 Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo permanezca con ustedes.
Amén.
Ef
2, 7-13.
7
Así, Dios ha querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su
gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. 8 Porque ustedes han sido
salvados por su gracia, mediante la fe. Esto no proviene de ustedes, sino que
es un don de Dios; 9 y no es el resultado de las obras, para que nadie se
gloríe. 10 Nosotros somos creación suya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin
de realizar aquellas buenas obras, que Dios preparó de antemano para que las
practicáramos. 11 Por eso, recuerden lo que ustedes eran antes: paganos de
nacimiento, llamados «incircuncisos» por aquellos que se dicen «circuncisos»,
en virtud de un corte practicado en la carne. 12 Entonces ustedes no tenían a
Cristo y estaban excluidos de la comunidad de Israel, ajenos a las alianzas de
la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. 13 Pero ahora, en Cristo
Jesús, ustedes, los que antes estaban lejos, han sido acercados por la sangre
de Cristo.
Fil 3, 1-16
1
Mientras tanto, hermanos míos, alégrense en el Señor. A mí no me cuesta nada
escribir las mismas cosas, y para ustedes es una seguridad. 2 ¡Cuídense de los
perros, de los malos obreros y de los falsos circuncisos! 3 Porque los
verdaderos circuncisos somos nosotros, los que ofrecemos un culto inspirado en
el Espíritu de Dios y nos gloriamos en Cristo Jesús, en lugar de poner nuestra
confianza en la carne, aunque yo también tengo motivos para poner mi confianza
en ella. 4 Si alguien cree que puede confiar en la carne, yo puedo hacerlo con
mayor razón; 5 circuncidado al octavo día; de la raza de Israel y de la tribu
de Benjamín; hebreo, hijo de hebreos; en cuanto a la Ley, un fariseo; 6 por el
ardor de mi cielo, perseguidor de la Iglesia; y en lo que se refiere a la
justicia que procede de la Ley, de una conducta irreprochable. 7 Pero todo lo
que hasta ahora consideraba una ganancia, lo tengo por pérdida, a causa de
Cristo. 8 Más aún, todo me parece una desventaja comparado con el inapreciable
conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas,
a las que considero como desperdicio, con tal de ganar a Cristo 9 y estar unido
a él, no con mi propia justicia –la que procede de la Ley– sino con aquella que
nace de la fe en Cristo, la que viene de Dios y se funda en la fe. 10 Así podré
conocerlo a él, conocer el poder de su resurrección y participar de sus
sufrimientos, hasta hacerme semejante a él en la muerte, 11 a fin de llegar, si
es posible, a la resurrección de entre los muertos. 12 Esto no quiere decir que
haya alcanzado la meta ni logrado la perfección, pero sigo mi carrera con la
esperanza de alcanzarla, habiendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jesús. 13
Hermanos, yo no pretendo haberlo alcanzado. Digo solamente esto: olvidándome
del camino recorrido, me lanzo hacia delante 14 y corro en dirección a la meta,
para alcanzar el premio del llamado celestial que Dios me ha hecho en Cristo
Jesús. 15 Así debemos pensar los que somos maduros; y si en alguna cosa ustedes
piensan lo contrario, Dios los iluminará. 16 De todas maneras, cualquiera sea
el punto adonde hayamos llegado, sigamos por el mismo camino.
Col 2, 6-13
6
Vivan en Cristo Jesús, el Señor, tal como ustedes lo han recibido, 7 arraigados
y edificados en él, apoyándose en la fe que les fue enseñada y dando gracias
constantemente. 8 No se dejen esclavizar por nadie con la vacuidad de una
engañosa filosofía, inspirada en tradiciones puramente humanas y en los
elementos del mundo, y no en Cristo. 9 Porque en él habita corporalmente toda
la plenitud de la divinidad, 10 y ustedes participan de esa plenitud de Cristo,
que es la Cabeza de todo Principado y de toda Potestad. 11 En él fueron
circuncidados, no por mano de hombre, sino por una circuncisión que los despoja
del cuerpo carnal, la circuncisión de Cristo. 12 En el bautismo, ustedes fueron
sepultados con él, y con él resucitaron, por la fe en el poder de Dios que lo
resucitó de entre los muertos. 13 Ustedes estaban muertos a causa de sus
pecados y de la incircuncisión de su carne, pero Cristo los hizo revivir con
él, perdonando todas nuestras faltas.
Col 3, 1-14.
1
Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde
Cristo está sentado a la derecha de Dios. 2 Tengan el pensamiento puesto en las
cosas celestiales y no en las de la tierra. 3 Porque ustedes están muertos, y
su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. 4 Cuando se manifieste
Cristo, que es nuestra vida, entonces ustedes también aparecerán con él, llenos
de gloria. 5 Por lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal:
la lujuria, la impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la
avaricia, que es una forma de idolatría. 6 Estas cosas provocan la ira de Dios.
7 Ustedes mismos se comportaban así en otro tiempo, viviendo desordenadamente. 8
Pero ahora es necesario que acaben con la ira, el rencor, la maldad, las
injurias y las conversaciones groseras. 9 Tampoco se engañen los unos a los
otros. Porque ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras 10 y se
revistieron del hombre nuevo, aquel que avanza hacia el conocimiento perfecto,
renovándose constantemente según la imagen de su Creador. 11 Por eso, ya no hay
pagano ni judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni
hombre libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos. 12 Como elegidos
de Dios, sus santos y amados, revístanse de sentimientos de profunda compasión.
Practiquen la benevolencia, la humildad, la dulzura, la paciencia. 13
Sopórtense los unos a los otros, y perdónense mutuamente siempre que alguien
tenga motivo de queja contra otro. El Señor los ha perdonado: hagan ustedes lo
mismo. 14 Sobre todo, revístanse del amor, que es el vínculo de la perfección.
miércoles, 21 de febrero de 2018
LA CUARESMA TIEMPO DE CIRCUNCIDAR EL CORAZÓN
2. La circuncisón en los libros históricos
Jos 5,2-12
La circuncisión de los israelitas en Guilgal
La celebración de la Pascua. La aparición del jefe del ejército del Señor 2 En aquel tiempo, el Señor dijo a Josué: «Fabrícate unos
cuchillos de piedra y vuelve a circuncidar a los israelitas». 3 Josué hizo
entonces unos cuchillos de piedra y circuncidó a los israelitas en la Colina de
los Prepucios. 4 Los circuncidó por el siguiente motivo: toda la población que
había salido de Egipto, los varones aptos para la guerra, habían muerto en el
desierto durante la travesía, después de la salida de Egipto. 5 Ahora bien, los
que habían salido estaban circuncidados; pero los nacidos después de la salida
de Egipto, durante la travesía del desierto, no lo estaban. 6 Porque los
israelitas anduvieron por el desierto durante cuarenta años, o sea, el tiempo
suficiente para que desapareciera la nación entera, con los hombres aptos para
la guerra que habían salido de Egipto. Como ellos no escucharon la voz del
Señor, el Señor juró que no les dejaría ver la tierra que había prometido
darnos, de acuerdo con el juramento que hizo a nuestros padres, esa tierra que
mana leche y miel. 7 Pero en lugar de ellos suscitó a sus hijos; y fue a estos
a los que circuncidó Josué, ya que estaban incircuncisos porque no los habían
circuncidado durante la travesía. 8 Cuando todo el pueblo fue circuncidado, se
quedaron descansando en el campamento hasta que se curaron. 9 Entonces el Señor
dijo a Josué: «Hoy he quitado de encima de ustedes el oprobio de Egipto». Y
aquel lugar se llamó Guilgal hasta el día de hoy. 10 Los israelitas acamparon
en Guilgal, y el catorce del mes, por la tarde, celebraron la Pascua en la
llanura de Jericó. 11 Al día siguiente de la Pascua, comieron de los productos
del país –pan sin levadura y granos tostados– ese mismo día.
12
El maná dejó de caer al día siguiente, cuando comieron los productos del país.
Ya no hubo más maná para los israelitas, y aquel año comieron los frutos de la
tierra de Canaán.
1 Mac 1, 10-15
10
De ellos surgió un vástago perverso, Antíoco Epífanes, hijo de Antíoco, que había
estado en Roma como rehén y subió al trono el año ciento treinta y siete del
Imperio griego. 11 Fue entonces cuando apareció en Israel un grupo de renegados
que sedujeron a muchos, diciendo: «Hagamos una alianza con las naciones
vecinas, porque desde que nos separamos de ellas, nos han sobrevenido muchos
males». 12 Esta propuesta fue bien recibida, 13 y algunos del pueblo fueron en
seguida a ver al rey y este les dio autorización para seguir la costumbres de
los paganos. 14 Ellos construyeron un gimnasio en Jerusalén al estilo de los
paganos, 15 disimularon la marca de la circuncisión y, renegando de la santa
alianza, se unieron a los paganos y se entregaron a toda clase de maldades.
1 Mac 1,
44-50.60-61
44
Además, el rey envió mensajeros a Jerusalén y a las ciudades de Judá, con la
orden escrita de que adoptaran las costumbres extrañas al país: 45 los
holocaustos, los sacrificios y las libaciones debían suprimirse en el
Santuario; los sábados y los días festivos debían ser profanados; 46 el
Santuario y las cosas santas debían ser mancillados; 47 debían erigirse
altares, recintos sagrados y templos a los ídolos, sacrificando cerdos y otros
animales impuros; 48 los niños no debían ser circuncidados y todos debían
hacerse abominables a sí mismos con toda clase de impurezas y profanaciones, 49
olvidando así la Ley y cambiando todas las prácticas. 50 El que no obrara
conforme a la orden del rey, debía morir.
60
A las mujeres que habían circuncidado a sus hijos se las mataba, conforme al
decreto, 61 con sus criaturas colgadas al cuello. La misma suerte corrían sus
familiares y todos los que habían intervenido en la circuncisión.
2 Mac, 6, 10
10 Dos mujeres fueron delatadas por haber circuncidado a sus
hijos, y después de hacerlas pasear públicamente por la ciudad con sus niños
colgados del pecho, las precipitaron desde lo alto de la muralla.
1 Mac 2, 45-46
45
Matatías y sus adeptos recorrieron el país, destruyendo altares, 46 y
circuncidando por la fuerza a los niños incircuncisos que hallaron en el
territorio de Israel.
3. La circuncisión en los profetas
Jr 4,1-4
1
Si quieres volver, Israel –oráculo del Señor– vuélvete a mí. Si apartas tus
ídolos abominables, no tendrás que huir de mi presencia. 2 Si juras por la vida
del Señor con lealtad, rectitud y justicia, entonces las naciones se bendecirán
en él y en él se gloriarán. 3 Porque así habla el Señor a los hombres de Judá y
a Jerusalén: Roturen el terreno baldío y no siembren entre espinas. 4
Circuncídense para el Señor y quiten el prepucio de sus corazones, hombres de
Judá y habitantes de Jerusalén, no se que mi furor estalle como un fuego y
queme, sin que nadie lo extinga, a causa de sus malas acciones.
Jr 6, 9-16
9
Así habla el Señor de los ejércitos: Rebusca como si fuera una viña al resto de
Israel; vuelve a pasar tu mano como el vendimiador sobre los pámpanos. 10 ¿A
quién hablar, a quién advertir para que escuchen? Sus oídos están
incircuncisos, no pueden prestar atención; la palabra del Señor se ha
convertido en un oprobio para ellos, ¡no la quieren! 11 –Yo estoy lleno del
furor del Señor: estoy cansado de reprimirlo–. Derrámalo sobre el niño en la
calle y sobre los grupos de los jóvenes, porque serán apresados el hombre y la
mujer, el anciano y el que está cargado de años. 12 Sus casas pasarán a manos de
otros, lo mismo que los campos y las mujeres, porque yo extenderé mi mano
contra los habitantes del país –oráculo del Señor–. 13 Porque del más pequeño
al más grande, todos están ávidos de ganancias, y desde el profeta hasta el
sacerdote, no hacen otra cosa que engañar. 14 Ellos curan a la ligera el
quebranto de mi pueblo, diciendo: «¡Paz, paz!», pero no hay paz. 15 ¿Se
avergüenzan de la abominación que cometieron? ¡No, no sienten la menor
vergüenza, no saben lo que es sonrojarse! Por eso, ellos caerán con los que
caen, sucumbirán cuando tengan que dar cuenta, dice el Señor. 16 Así habla el
Señor: Deténgase sobre los caminos y miren, pregunten a los senderos antiguos
dónde está el buen camino, y vayan por él: así encontrarán tranquilidad para
sus almas. Pero ellos dijeron: «¡No iremos!».
Jr 9, 22-25
22
Así habla el Señor: Que el sabio no se gloríe de su sabiduría, que el fuerte no
se gloríe de su fuerza ni el rico se gloríe de su riqueza. 23 El que se gloría,
que se gloríe de esto: de tener inteligencia y conocerme. Porque yo soy el
Señor, el que practica la fidelidad, el derecho y la justicia sobre la tierra.
Sí, es eso lo que me agrada, –oráculo del Señor – 24 Llegarán los días –oráculo
del Señor– en que yo castigaré a todo circunciso que es un incircunciso: 25 a
Egipto, a Judá, a Edom, a los amonitas, a Moab y a todos los «Sienes rapadas»
que habitan en el desierto. Porque todas las naciones son incircuncisas, y toda
la casa de Israel es incircuncisa de corazón.
Ez 32, 17-32
17
El Año duodécimo, el día quince del mes, la palabra del Señor me llegó en estos
términos: 18 Hijo de hombre, entona un canto fúnebre sobre la multitud de
Egipto y húndela, a ella y a las capitales de las naciones más ilustres, en las
regiones más profundas, con los que bajan a la Fosa. 19 ¿Eres tú más
privilegiado que otros? ¡Baja y acuéstate con los incircuncisos! 20 Ellos
caerán entre las víctimas de la espada. Una espada está dispuesta: ¡arrastren a
Egipto y a toda su multitud! 21 Entonces los más fuertes guerreros y sus
ayudantes les dirán, desde el medio del Abismo: «¡Han bajado y yacen tendidos
los incircuncisos, víctimas de la espada!». 22 Allí está Asiria con toda su
asamblea en torno de su tumba, víctimas todos ellos, caídos bajo la espada. 23
Su tumba ha sido puesta en lo más hondo de la Fosa y su asamblea está en torno
de su tumba: ¡son todos víctimas, los caídos bajo la espada, los que sembraban
el terror por la tierra de los vivientes! 24 Allí está Elaín con toda su
multitud en torno de su tumba, víctimas todos ellos, caídos bajo la espada:
¡son los que bajaron incircuncisos a las regiones profundas, los que expandían
el terror por la tierra de los vivientes! Ahora cargan con su ignominia, junto
con los que bajan a la Fosa. 25 Se le ha puesto un lecho en medio de las víctimas,
con toda su multitud en torno de su tumba: son los incircuncisos, víctimas de
la espada, porque sembraron el terror por la tierra de los vivientes, Ahora
cargan con su ignominia junto con los que bajan a la Fosa, y han sido puestos
en medio de las víctimas. 26 Allí están Mésec, Tubal y toda su multitud en
torno de su tumba, todos incircuncisos, atravesados por al espada, porque
expandieron el terror por la tierra de los vivientes. 27 Ellos no yacen con los
héroes caídos antiguamente –con los que bajaron al Abismo con sus armas de
guerra, con sus espadas debajo de sus cabezas y sus escudos sobre sus restos–
porque el terror de los héroes reinaba en la tierra de los vivientes. 28 Tú, en
cambio, yacerás en medio de los incircuncisos, con las víctimas de la espada. 29
Allí está Edom, con sus reyes y todos sus príncipes que, a pesar de su poderío,
fueron puestos entre las víctimas de la espada. Ellos yacen entre los
incircuncisos, entre los que bajaron a la fosa. 30 Allí están todos los
príncipes del Norte y todos los sidonios, que bajaron avergonzados junto con
las víctimas, a pesar del terror que inspiraba su bravura, Yacen incircuncisos
entre las víctimas de la espada, y cargan con su ignominia junto con los que
bajan a la Fosa. 31 El Faraón los verá y se consolará a la vista de toda esa
multitud. El Faraón y todo su ejército serán víctimas de la espada –oráculo del
Señor–. 32 Sí, yo dejé que sembrara el terror en la tierra de los vivientes,
pero yacerá en medio de los incircuncisos, junto con las víctimas de la espada,
el Faraón y toda su multitud –oráculo del Señor–.
Ez
31, 15-18
15
Así habla el Señor: Cuando el cedro de precipitó en el Abismo, yo hice que el
océano subterráneo estuviera de duelo a causa de él: lo cerré, contuve sus
ríos, y las grandes aguas quedaron detenidas. Vestí de luto al Líbano por causa
de él, y todos los árboles del campo languidecieron. 16 Hice temblar a las
naciones por el estruendo de su caída, cuando lo precipité en el Abismo, con
los que bajan a la Fosa. En las regiones subterráneas se consolaron todos los
árboles de Edén, lo más selecto y lo mejor del Líbano, todos los árboles bien
regados. 17 También ellos, los que lo auxiliaban y vivían a su sombra en medio
de las naciones, bajaron con él al Abismo, donde están las víctimas de la
espada. 18 ¡A quién te asemejabas en gloria y en grandeza, entre los árboles de
Edén? ¡Y sin embargo has sido precipitado a las regiones subterráneas, con los
árboles de Edén! Ahí estás tendido, en medio de incircuncisos, con las víctimas
de la espada. Este es el Faraón y todos sus súbditos –oráculo del Señor–.
Ez 44, 5-9
5
El Señor me dijo: Presta atención, hijo de hombre; mira bien, y escucha
cuidadosamente lo que te voy a decir acerca de todas las prescripciones
concernientes a la Casa del Señor y a todo su ritual. Ten bien en cuenta
quiénes podrán ser admitidos en la Casa del Señor y quiénes deberán ser
excluidos del Santuario. 6 Tú dirás a esos rebeldes, al pueblo de Israel: Así
habla el Señor: ¡Basta ya, pueblo de Israel, de todas las abominaciones que
ustedes han cometido, 7 introduciendo gente extranjera, de corazón y cuerpo
incircuncisos, para que estuvieran en mi Santuario y profanaran mi Casa,
mientras ustedes me ofrecían grasa y sangre como alimento! Así ustedes, con
todas sus abominaciones, quebrantaron mi alianza. 8 No se encargaron ustedes
mismos de ejercer mi sagrado ministerio, sino que pusieron a esa gente para que
lo ejerciera en lugar de ustedes, en mi propio Santuario. 9 Por eso, así habla
el Señor: Ningún extranjero, de corazón y cuerpo incircuncisos, ninguno de los
extranjeros que residen en medio de Israel, podrá entrar en mi Santuario.
sábado, 17 de febrero de 2018
LA CUARESMA TIEMPO DE CIRCUNCIDAR EL CORAZÓN
“Bienaventurados
los puros de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8).
El
tema que nos ocupa y preocupa en esta Cuaresma es la pureza de corazón. Espontáneamente se lo relaciona con la
sexualidad, con la virtud de la pureza, como equivalente positivo e interiorizado
del sexto mandamiento: “No cometerás actos impuros”. Esta es la interpretación
predominante a partir del siglo XIX hasta nuestros días, pero no siempre ha
sido así.
En la Sagrada Escritura leemos: “¿Quién pude
subir al monte del Señor? ¿Quién podrá estar en el recinto sacro? El de manos
inocentes y puro corazón” (Sal 24,
3), en sentido exterior: ritual-cultual, no contaminado. También tiene un
sentido interior: circuncisión del corazón[1]
o en el Salmo: “Crea en mi, oh Dios, un corazón puro” (Sal 50, 12). En el Nuevo Testamento no se trata de una virtud
particular, sino una cualidad que debe acompañar a todas las virtudes, para que
no sean espléndidos vicios. La castidad (dominio de sí, templanza) ocupa su
puesto, pero secundario. “Para los puros todo es puro, para los incrédulos
contaminados nada es puro, porque tienen contaminada la mente y la conciencia”
(Tt 1,15).
En los Padres la interpretación toma tres
direcciones fundamentales: a) moral (rectitud de intención – Agustín de Hipona,
continuada en Ignacio de Loyola); b) mística (visión de Dios – Gregorio de
Nisa, continuada en Bernardo de Claraval, Buenaventura y los místicos renanos);
y c) ascética (lucha contra las pasiones de la carne – en cierta forma Juan
Crisóstomo, siglo XIX en adelante).
Recorremos en estos días un itinerario en etapas:
bíblica, patrística y monástica hacia la circuncisión del corazón.
1. La circuncisión en el Pentateuco
Gn 17, 1-14: La
circuncisión signo de la promesa-alianza
1
Cuando Abram tenía noventa y nueve años, el Señor se le apareció y le dijo: «Yo
soy el Dios Todopoderoso. Camina en mi presencia y sé irreprochable. 2 Yo haré
una alianza contigo, y te daré una descendencia muy numerosa». 3 Abram cayó con
el rostro en tierra, mientras Dios le seguía diciendo: 4 «Esta será mi alianza
contigo: tú serás el padre de una multitud de naciones. 5 Y ya no te llamarás
más Abram: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que yo te he
constituido padre de una multitud de naciones. 6 Te haré extraordinariamente
fecundo: de ti suscitaré naciones, y de ti nacerán reyes. 7 Estableceré mi
alianza contigo y con tu descendencia a través de las generaciones. Mi alianza
será una alianza eterna, y así yo seré tu Dios y el de tus descendientes. 8 Yo
te daré en posesión perpetua, a ti y a tus descendientes, toda la tierra de
Canaán, esa tierra donde ahora resides como extranjero, y yo seré su Dios». 9
Después, Dios dijo a Abraham: «Tú, por tu parte, serás fiel a mi alianza; tú, y
también tus descendientes, a lo largo de las generaciones. 10 Y esta es mi
alianza con ustedes, a la que permanecerán fieles tú y tus descendientes; todos
los varones deberán ser circuncidados. 11 Circuncidarán la carne de su
prepucio, y ese será el signo de mi alianza con ustedes. 12 Al cumplir ocho
días, serán circuncidados todos los varones de cada generación, tanto los
nacidos en la casa como los que hayan sido comprados a un extranjero, a alguien
que no es de tu sangre. 13 Sí, tanto los nacidos en tu casa como los que hayan
sido comprados, serán circuncidados. Así ustedes llevarán grabada en su carne
la señal de mi alianza eterna. 14 Y el incircunciso, aquel a quien no se haya
cortado la carne de su prepucio, será excluido de su familia, porque ha
quebrantado mi alianza».
Gn 34, 13-22: la
circuncisón signo de pertenencia al pueblo-a la familia (Rapto y violación de
Dina por Siquem)
13
Sin embargo, como su hermana había sido ultrajada, los hijos de Jacob
resolvieron engañar a Siquem y a su padre Jamor, 14 diciéndoles: «No podemos
hacer semejante cosa, porque sería para nosotros una vergüenza entregar nuestra
hermana a un incircunciso. 15 Aceptaremos solamente con esta condición: que
ustedes se hagan iguales a nosotros, circuncidando a todos sus varones. 16
Entonces podremos darles a nuestras hijas y casarnos con las de ustedes, vivir
entre ustedes y formar un solo pueblo.
17
Si no llegan a un acuerdo con nosotros en lo que se refiere a la circuncisión,
tomaremos a nuestra hermana y nos iremos». 18 La propuesta pareció razonable a
Jamor y a su hijo Siquem, 19 y el joven no dudó un instante en satisfacer esa
demanda, tanto era el cariño que sentía por la hija de Jacob. Además, él era el
más respetado entre los miembros de su familia. 20 Entonces Jamor y su hijo
Siquem se presentaron en la puerta de la ciudad, y hablaron a todos sus
conciudadanos en los siguientes términos: 21 «Estos hombres son nuestros
amigos. Dejen que se instalen en el país y que puedan recorrerlo libremente;
aquí hay bastante espacio para ellos. Nosotros nos casaremos con sus hijas, y
les daremos en cambio a las nuestras. 22 Pero esta gente accederá a permanecer
con nosotros y a formar un solo pueblo, únicamente con esa condición: que todos
nuestros varones se hagan circuncidar, igual que ellos. 23 ¿Acaso no van a ser
nuestros su ganado, sus posesiones y todos sus animales? Pongámonos de acuerdo
con ellos, y que se queden con nosotros». 24 Todos los que se reunían en la
puerta de la ciudad accedieron a la propuesta de Jamor y de su hijo Siquem, y
todos se hicieron circuncidar. 25 Al tercer día,
cuando todavía estaban convalecientes, Simeón y Leví, dos de los hijos de Jacob,
hermanos de Dina, empuñaron cada uno su espada, entraron en la ciudad sin
encontrar ninguna resistencia, y mataron a todos los varones.
Ex 4, 24-26 La
circuncisión del hijo de Moisés
24
Cuando hizo un alto en el camino para pasar la noche, el Señor lo atacó e
intentó matarlo. 25 Pero Sipora tomó un cuchillo de piedra, cortó el prepucio
de su hijo, y con él tocó los pies de Moisés diciendo: «Tú eres para mí un
esposo de sangre». 26 Y el Señor se apartó de él. Ella había dicho: «esposo de
sangre», a causa de la circuncisión.
Ex, 6, 11-12: incircunciso
de lengua
11 «Preséntate al Faraón,
el rey de Egipto, y dile que deje partir de su país a los israelitas».12 Moisés
se excusó ante el Señor, diciendo: «Si los israelitas no quisieron escucharme,
¿cómo me va a escuchar el Faraón, a mí que no tengo facilidad de palabra?».
Ex 12, 43-51: La
circuncisión y la liturgia (Otras prescripciones para la celebración de la
Pascua)
43
El Señor dijo a Moisés y a Aarón: «Estas son las disposiciones relativas a la
Pascua. No deberá comerla ningún extranjero. 44 En cambio, podrá hacerlo todo
esclavo adquirido con dinero, con tal que antes lo hayas circuncidado. 45
Tampoco la comerán el huésped ni el mercenario. 46 Todos la comerán en una
misma casa. No saques fuera de la casa ningún pedazo de carne y no quiebres los
huesos de la víctima. 47 Toda la comunidad de Israel celebrará la Pascua. 48 Si
un extranjero ha fijado su residencia junto a ti y quiere celebrar la Pascua en
honor del Señor, antes deberán ser circuncidados todos los varones de su casa:
sólo así podrá acercarse a celebrarla, porque será como el nacido en el país.
Pero no la comerá ningún incircunciso. 49 La misma ley regirá para el nativo y
para el extranjero que resida entre ustedes». 50 Así lo hicieron los israelitas,
exactamente como el Señor lo había ordenado a Moisés. 51 Y aquel mismo día, el
Señor hizo salir de Egipto a los israelitas, distribuidos en grupos.
Lv 12, 1-4 La
purificación después del parto
1
El Señor dijo a Moisés: 2 Habla en estos términos a los israelitas: Cuando una
mujer quede embarazada y dé a luz un varón, será impura durante siete días,
como lo es en el tiempo de su menstruación. 3 Al octavo día será circuncidado
el prepucio del niño, 4 pero ella deberá continuar purificándose de su sangre
durante treinta y tres días más. No tocará ningún objeto consagrado ni irá al
Santuario, antes de concluir el tiempo de su purificación.
Lv 19, 23-25 La
circuncisión de los arboles
23
Cuando entren en la tierra y planten árboles frutales de todas clases, deberán
considerar sus frutos como algo prohibido: durante tres años los dejarán
incircuncisos, y no se los podrá comer. 24 Al cuarto año, todos sus frutos
serán consagrados en una fiesta de alabanza al Señor. 25 Y sólo en el quinto
año, podrán comer los fruto y almacenar el producto para provecho de ustedes
mismos. Yo soy el señor, su Dios.
Lv 26, 40-41
Corazón incircunciso
40
Entonces confesarán las culpas, que ellos y sus padres cometieron por haberme
sido infieles, y sobre todo, por haberse puesto contra mí. 41 Pero yo también
me pondré contra ellos y los llevaré al país de sus enemigos. Así se humillará
su corazón incircunciso y pagarán sus culpas.
Dt 10, 12-22 La
circuncisón del corazón (La fidelidad al Señor)
12
Y ahora, Israel, esto es lo único que te pide el Señor, tu Dios: que lo temas y
sigas todos sus caminos, que ames y sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón y con toda tu alma. 13 observando sus mandamientos y sus preceptos, que
hoy te prescribo para tu bien. 14 Al Señor, tu Dios, pertenecen el cielo y lo
más alto del cielo, la tierra y todo lo que hay en ella. 15 Sin embargo, sólo
con tus padres se unió con lazos de amor, y después de ellos los eligió a
ustedes, que son su descendencia, prefiriéndolos a todos los demás pueblos. 16
Por eso, circunciden sus corazones y no persistan en su obstinación, 17 Porque
el Señor, su Dios, es el Dios de los dioses y el Señor de los señores, el Dios
grande, valeroso y temible, que no hace acepción de personas ni se deja
sobornar. 18 El hace justicia al huérfano y a la viuda, ama al extranjero y le
da ropa y alimento. 19 También ustedes amarán al extranjero, ya que han sido
extranjeros en Egipto. 20 Teme al Señor, tu Dios, y sírvelo; vive unido a él y
jura por su Nombre. 21 El es tu gloria y tu Dios, y él realizó en tu favor esas
tremendas hazañas de que fuiste testigo. 22 Porque cuando tus padres bajaron a
Egipto, eran apenas setenta personas, y ahora el Señor te ha hecho numeroso
como las estrellas del cielo.
Dt 30, 1- 14 La
conversión y el regreso a la patria
1
Cuando te sucedan todas estas cosas –la bendición y la maldición que he puesto
delante de ti– si las meditas en tu corazón en medio de las naciones donde el
Señor, tu Dios, y tú te habrá arrojado, 2 si te conviertes al Señor, tu Dios, y
tus hijos le obedecen con todo su corazón y con toda su alma, exactamente como
hoy te lo ordeno, 3 entonces el Señor, tu Dios, cambiará tu suerte y tendrá
misericordia de ti. El te volverá a reunir de entre todos los pueblos por donde
te había dispersado. 4 Aunque tus desterrados se encuentren en los confines del
cielo, de allí el Señor, tu Dios, te volverá a reunir, de allí te tomará. 5 El
te hará entrar en la tierra que poseyeron tus padres, y tú también la poseerás;
y hará que seas más feliz y numeroso que tus padres. 6 El Señor, tu Dios,
circuncidará tu corazón y el corazón de tus descendientes, para que lo ames con
todo tu corazón y con toda tu alma, y así tengas vida. 7 Y él hará caer todas
estas maldiciones sobre tus enemigos y sobre los adversarios que te hayan
perseguido. 8 Entonces tú escucharás de nuevo la voz del Señor y pondrás en
práctica todos sus mandamientos, tal como hoy te los prescribo. 9 El Señor, tu
Dios, te dará abundante prosperidad en todas tus empresas, en el fruto de tus
entrarás, en las crías de tu ganado y en los productos de tu suelo. Porque el
Señor volverá a complacerse en tu prosperidad, como antes se había complacido
en la prosperidad de tus padres. 10 Todo esto te sucederá porque habrás
escuchado la voz del Señor, tu Dios, y observado sus mandamientos y sus leyes,
que están escritas en este libro de la Ley, después de haberte convertido al
Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma. 11 Este mandamiento que
hoy te prescribo no es superior a tus fuerzas ni está fuera de tu alcance. 12
No está en el cielo, para que digas: «¿Quién subirá por nosotros al cielo y lo
traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y ponerlo en práctica? 13
Ni tampoco está más allá del mar, para que digas: «¿Quién cruzará por nosotros
a la otra orilla y lo traerá hasta aquí, de manera que podamos escucharlo y
ponerlo en práctica?» 14 No, la palabra está muy cerca de ti, en tu boca y en
tu corazón, para que la practiques.
miércoles, 14 de febrero de 2018
INICIO DE CUARESMA: UN TEXTO PARA RUMIAR JUNTOS
Ezequiel 14, 12-23. “La palabra de Yahveh me
fue dirigida en estos términos: Hijo de hombre, si un país peca contra mí
cometiendo infidelidad, y yo extiendo mi mano contra él, destruyo su provisión
de pan y envío contra él el hambre para extirpar de allí hombres y bestias, y
en ese país se hallan estos tres hombres, Noé, Daniel y Job, ellos salvarán su
vida por su justicia, oráculo del Señor Yahveh. Si yo suelto las bestias
feroces contra ese país para privarle de sus hijos y convertirle en una
desolación por donde nadie pase a causa de las bestias, y en ese país se hallan
esos tres hombres: por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que ni hijos ni hijas
podrán salvar; sólo se salvarán a sí mismos, pero el país quedará convertido en
desolación. O bien, si yo hago venir contra ese país la espada, si digo: «Pase
la espada por este país», y extirpo de él hombres y bestias, y esos tres
hombres se hallan en ese país: por mi vida, oráculo del Señor Yahveh, que no
podrán salvar ni hijos ni hijas; ellos solos se salvarán. O si envío la peste
sobre ese país y derramo en sangre mi furor contra ellos, extirpando de él
hombres y bestias, y en ese país se hallan Noé, Daniel y Job: por mi vida,
oráculo del Señor Yahveh, que ni hijos ni hijas podrán salvar; sólo se salvarán
a sí mismos por su justicia. Pues así dice el Señor Yahveh: Aun cuando yo mande
contra Jerusalén mis cuatro terribles azotes: espada, hambre, bestias feroces y
peste, para extirpar de ella hombres y bestias, he aquí que quedan en ella
algunos supervivientes que han podido salir, hijos e hijas; y he aquí que salen
hacia vosotros, para que veáis su
conducta y sus obras y os consoléis de la desgracia que yo he acarreado sobre Jerusalén, de todo lo que he acarreado sobre
ella. Ellos os consolarán cuando veáis su conducta y sus obras, y sabréis que
no sin motivo hice yo todo lo que hice en ella, oráculo del Señor Yahveh”.
SAN BERNARDO DE
CLARAVAL: SERMÓN A LOS ABADES
Noé, Daniel y Job cruzan
el mar de tres modos distintos: en barca, por un puente y a nado.
Todos sabemos que hay tres clases de hombres que alcanzan la libertad cruzando, cada uno de un modo distinto, este mar inmenso, símbolo de esta vida llena de molestias y oleajes. Son Noé, Daniel y Job. El primero lo cruza en una nave, el segundo por un puente y el tercero nadando. Estos tres hombres representan tres estados de vida en la Iglesia: Noé dirigía el arca para no morir durante el diluvio. En él reconozco sin vacilar la misión de los que gobiernan la Iglesia. Daniel es el varón de deseos, entregado a la abstinencia y castidad: el prototipo de los que se consagran exclusivamente a Dios en la penitencia y continencia. Job administra sabiamente las riquezas del mundo en la vida matrimonial, representa al pueblo cristiano que posee honestamente los bienes terrenos.
Trataremos del primero y del segundo, porque
tenemos aquí presentes a nuestros venerables hermanos y coabades que pertenecen
a la jerarquía, y también se hallan algunos monjes, que viven en la condición
de penitentes. Nosotros los abades no podemos olvidar que también pertenecemos
a ese estado, a no ser que -Dios no lo permita-por los privilegios de nuestro
ministerio olvidemos nuestra profesión.
No me entretengo en el tercero, es decir, los
que viven en el matrimonio, porque apenas nos atañe a nosotros. Estos
atraviesan el océano a nado, lanzados a una aventura llena de fatigas y
peligros; y a una travesía inmensamente grande y desprovista de caminos. Es un
viaje muy arduo, como lo vemos por tantos como lloramos por perdidos, y los muy
pocos que llegan a la meta. Ciertamente, es muy difícil, sobre todo en estos
tiempos invadidos de maldad, sortear las tormentas de los vicios y los abismos
del pecado entre el oleaje del mundo.
El estado de los continentes lo cruza por un
puente que es, como todos comprendemos, el camino más corto, fácil y seguro.
Omito las alabanzas y me limito a indicar los peligros, que es mucho mejor y
más provechoso.
Queridos hermanos: habéis tomado un camino muy
recto y más seguro que el del matrimonio; pero no está plenamente garantizado.
Os asechan tres peligros: compararos con otros, mirar hacia atrás o intentar
detenerse y plantarse en medio del puente. Ese puente es tan estrecho que no
permite hacer eso. El camino que lleva a la vida es muy angosto. Contra el
primer peligro, oremos cada uno de nosotros como el Profeta, para que no nos
domine el orgullo, porque ahí fracasan los malhechores. El que echa mano al
arado y después mira atrás, resbalará muy pronto y se hundirá en el océano. El
que se para, aunque no abandone la Orden, y finja deseos de seguir adelante,
acabará siendo derribado y arroyado por los que vienen detrás. El sendero es
muy estrecho, y ese tal es un estorbo para los que quieren caminar y avanzar.
Discuten continuamente con él, le reprenden, no soportan su flojedad y tibieza;
le aguijonean y empujan, por así decirlo, con sus manos; y una de dos: o se
decide a caminar o se pierde sin remedio.
Por eso no nos conviene retardar el paso, y
mucho menos aún fijarnos en los otros o compararnos con ellos. Corramos
humildemente y avancemos sin cesar, no sea que perdamos de vista al que salió
como un héroe a recorrer su camino. Si somos sensatos, procuraremos mirarle sin
cesar, atraídos por su fragancia, y el camino se nos hará más ligero y
agradable.
A pesar de ello los decididos a correr no
encuentran demasiado estrecho este puente. Está formado de tres buenos troncos
de madera, apoyándose bien en ellos no hay peligro de resbalar. Son la
mortificación corporal, la pobreza de bienes de este mundo y la humilde
obediencia. Ya sabemos que, es necesario pasar por muchas tribulaciones para
entrar en el reino de Dios. Y que los que quieren enriquecerse en esta vida,
caen en la tentación y en el lazo del diablo. Además, el que se apartó de Dios
por la desobediencia puede volver a Él por el camino recto y seguro de la
obediencia. Estas tres cosas deben estar muy ensambladas. Porque la penitencia
corporal vacila envuelta en riquezas y si le falta la obediencia, puede caer
fácilmente en la indiscreción. Una pobreza rodeada de placeres y egoísmo es
pura ilusión. Una obediencia cubierta de riquezas y regalos no es sólida ni
merece recompensa.
Pero si las practicas con un sabio equilibrio
lograrás evitar los tres peligros de este mar: los bajos apetitos, los ojos
insaciables y la arrogancia del dinero. Insisto en que deben practicarse con
mucho equilibrio; es decir: la penitencia esté libre del mal humor, la pobreza
sin ansias de poseer y la obediencia limpia de propia voluntad. Recordemos
aquellos murmuradores que perecieron mordidos por las serpientes; y que los que
quieren hacerse ricos -no dice los que son ricos, sino los que pretenden ser-,
caen en el lazo del diablo.
Y qué diremos de aquel -Dios no lo permita- que
desprecia las riquezas y busca los halagos de la pobreza con la misma pasión o
mucho más afán con que los mundanos apetecen las riquezas. ¿Qué diferencia
existe en desear una cosa u otra si el afecto está desordenado? Incluso parece
más lógico hacer objeto de nuestro deseo aquello que atrae a la mayoría.
Por eso, todo el que intenta conseguir directa o
indirectamente, que su padre espiritual le mande lo que él quiere, se engaña a
sí mismo si presume de ser obediente. En este caso no es él quien obedece al
superior, sino el superior a él.
Pero recodemos aquel consejo del Salvador: la
medida que uséis la usarán con vosotros. Por eso el que da a manos llenas
merece que le devuelvan una medida generosa, colmada, remecida y rebosante.
Cierto, para la salvación basta llevar con paciencia las molestias corporales;
pero lo ideal es abrazarse gustosamente a ellas con fervor de espíritu. También
podemos contentarnos con no buscar lo superfluo e incluso no murmurar cuando
nos falta lo necesario; pero es mucho más perfecto alegrarse y hacer todo lo
posible para que el prójimo tenga lo necesario, aunque nosotros sintamos la
penuria. Y también está permitido, sin poner en peligro la salvación, intentar
que el superior te mande lo que tu deseas, con tal que actúes con paciencia y
lealtad; pero lo superas con creces si huyes de todo cuanto alaga a la propia
voluntad, siempre que esto lo permita una conciencia recta.
Los prelados son sin duda alguna, los que se
internan en naves por el mar, comerciando por las aguas inmensas. No están
condicionados por la estrechez del puente ni las fatigas del nadar, sino que
pueden bogar en todas direcciones y acudir en ayuda de quien los necesite.
Pueden dirigir a los que avanzan por el puente o nadando, orientar a los
adelantados, prever y evitar los escollos, espolear a los tibios y animar a los
débiles. Tan pronto suben al cielo como bajan al abismo, porque unas veces
tratan cosas muy espirituales y otras juzgan acciones horribles e infernales.
¿Y habrá alguna nave capaz de resistir un oleaje
tan embravecido y no zozobrar en medio de tantos peligros? Sí, el amor es
fuerte como la muerte y la pasión es tan cruel como el abismo. Por eso se nos
dice a renglón seguido que las aguas torrenciales no podrán apagar el amor. Los
superiores necesitan esta nave, construida con esas tres paredes laterales que
tienen todos los barcos, y que en frase de Pablo son el amor que brota de un
corazón limpio, de una conciencia honrada y de una fe sentida (1 Tim 1,5). La pureza del corazón del
prelado consiste en querer servir más que presidir. En el desempeño de su cargo
no busque su interés ni los honores del mundo, o cosa parecida, sino agradar a
Dios y salvar almas.
Además de esta intención pura necesita también
una vida intachable; de este modo se convierte en modelo de su grey, porque
enseña más con sus obras que con sus palabras, y según la regla de nuestro
Maestro, cuando indique a sus discípulos que es nocivo, muéstreles con su
conducta que no deben hacerlo. En caso contrario, el hermano a quien reprende
podría murmurar y decir: Médico, cúrate a ti mismo. Dar pie para ello sería el
desprestigio del superior y un daño enorme para los súbditos.
Y al hablar así yo no presumo de haber evitado
siempre esto. Lo hago porque la Verdad nos recuerda con insistencia a mí y a
todos que el superior debe ser irreprensible, y capaz siempre de responder como
el Señor a quienes le injurian: ¿Quién de vosotros puede acusarme de algo?
Nosotros no podemos liberarnos totalmente del pecado en esta vida miserable;
pero lo que el maestro reprenda en sus discípulos debe evitarlo con suma
diligencia.
En consecuencia, sus pensamientos más íntimos
vayan acordes con sus costumbres. No aparezca humilde en su porte exterior y
sea altivo en s corazón, presumiendo de sabiduría, virtud o santidad. Esto
sería una fe fingida, porque no confía exclusivamente en la misericordia del
Señor con una actitud humilde.
Fijaos qué bien concuerdan con estas tres
cualidades -pureza de corazón, conciencia honrada y fe sentida- aquellas otras
palabras del mismo Apóstol: A mí me importa muy poco que me exijáis cuentas
vosotros o un tribunal humano, etc. Ni siquiera yo me las pido, sigue diciendo,
porque la conciencia no me reprocha el que busco mis intereses, sino los de
Jesucristo.
Tampoco me importa nada que vosotros me tengáis
como hombre de conciencia honesta y vida intachable. Quien me pide cuentas es
el Señor. Con lo cual afirma que sólo en él pone su confianza, y que se humilla
ante la mano poderosa de Dios. Dime ahora si podemos comparar todo esto con
aquella triple pregunta de Jesús a Pedro, y si no se reduce prácticamente a ¿me
amas?, ¿me amas? En realidad se trata de un amor que le brota de un corazón
limpio, de una conciencia honrada y de una fe sentida. Con razón se exige amor
al que va en la barca, para convertirlo en pescador de hombres.
Trabajo personal:
-
¿Te
parece conveniente la enumeración de Bernardo o cambiarias algunos de los
troncos de nuestro puente en El Siambón?
-
Identificados
ya los mismos, evalúa sinceramente su condición, amenazas y ayudas tanto a
nivel personal como comunitario.
-
Una
propuesta doble de ofrenda cuaresmal: Silencio comunitario y Palabra personal.
Etiquetas:
Abad,
comunidad,
Cristo Rey,
espiritualidad,
formación,
Liturgia,
meditación,
Padres.,
Palabra de Dios,
pensar,
Regla,
ver
domingo, 4 de febrero de 2018
Homilia del IV domingo del Tiempo Ordinario (Abad Edmundo)
Hemos
traído en la procesión de entrada y colocado en el presbiterio un icono que fue
bendecido ayer. Sobre un fondo de cielo y cerros al atardecer, dos hombres,
ambos con un nimbo o aureola, en la misma postura, están frente a nosotros,
mirándonos, es el icono de Cristo Salvador y Abba Mena, superior del monasterio
de Bawit, que es conocido como Icono de la Amistad o del Buen Amigo.
El iconógrafo
se ha esmerado en pintarlos semejantes, hermanos y compañeros de camino con los
pies desnudos en lo cotidiano del desierto. Pero también ha plasmado diferencias:
Cristo es aparentemente igual, pero su tamaño es superior, es Dios hecho
hombre, es más alto, sus ojos son más grandes y abiertos y los tonos de sus vestidos
más fuertes e intensos. Si bien el Abba es canoso, no es aún un venerable
anciano, sino un discípulo que en su seguimiento va madurando en la fe. Cristo
es más joven, eternamente joven, “enseña de una manera nueva llena de
autoridad” (Mc 1,27), es portador de la
novedosa sabiduría de Dios, que es él mismo y está contenida en un evangeliario,
ricamente adornado (como el que depositamos sobre el altar), que porta en la
mano izquierda, mientras que, con su derecha abraza al monje. Mena tiene en su
mano izquierda un rollo y con la derecha a la vez que bendice, señala a Cristo
y su Palabra.
La
contemplación de este icono nos puede ayudar, en este cuarto domingo del tiempo
durante el año, y en el que conmemoramos al sabio y casto Santo Tomás de
Aquino, a meditar en el servicio-enseñanza con autoridad (primera lectura) y en
la consagración célibe por el reino (segunda lectura), porque ambas se fundan,
sostienen y orientan en la Amistad de Cristo y con Cristo.
“En
nuestra iglesia -escribía el Hno Roger de Taize- se encuentra una copia de un
icono copto del siglo VII. Muestra a Cristo poniendo su brazo sobre los hombros
de un amigo... Por este gesto, toma sobre sí el peso, las faltas, toda la carga
que pesa sobre el otro. No está frente a su amigo, sino que avanza a su lado,
le acompaña. Este amigo… es cada uno de nosotros. En el siglo VII sabían ya que
Cristo no viene a castigar al ser humano. Desciende hasta lo más bajo de la
condición humana. No deja que repose sobre nosotros ni la más mínima parte de
lo que nos abruma” (Pasión de una espera).
El espíritu impuro, del que habla el Evangelio, nos engaña haciéndonos pensar
que el Santo de Dios es nuestro enemigo, que ha venido a castigarnos por
nuestras culpas y a acabar con nosotros. Al orar ante el icono el demonio enmudece,
podemos aprender a mirar de otra manera, con corazón profundo, pensamientos aquietados
y ojos bien abiertos.
En este
abad canoso, podemos ver una imagen de nuestra secular tradición monástica, con
colores de ocaso a sus espaldas, y también su propia historia, sus heridas,
miedos y fracasos. Cristo no está por encima sino a su lado, en gesto
profundamente amistoso, acompañándolo en el avance por el camino: “este amor no
consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero” (1
Jn 4,10). El que ejerce un servicio
de autoridad tiene que creer y experimentar en primer lugar esta presencia
cordial que lo acompaña en su soledad, una mano en su hombro que lo respalda,
un yugo suave y una carga liviana que le alivia del cansancio y agobio del cargo,
que le comunica vida y le anima a avanzar, sin compararse con otros y sin mirar
hacia atrás. Jesús regala con el don de su amistad, su vitalidad, su espíritu resucitado:
“…tocándome con su mano derecha, me dijo –recuerda Juan-: «No temas: yo soy el
Primero y el Ultimo, el Viviente. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y
tengo la llave de la Muerte y del Abismo“ (Ap
1, 17-18). Entrar en esta relación centrada en Cristo, y asumir su plan,
suscita un sentido gozoso de vida nueva, una dilatación de la libertad y de la capacidad
de ofrenda. Ser cristiano, ser monje, ser superior es entrar en este camino de
amistad-identificación con Cristo.
En este
caminar juntos, algo de Cristo “se le ha pegado” a Mena, por eso lleva un
pequeño rollo, parte del Libro Sagrado apropiado en la liturgia y la lectio y que
se ha convertido en norma de vida, regla monástica, mensaje para su comunidad,
cumpliendo así la profecía: “…suscitare entre sus hermanos un profeta semejante
a ti, pondré mis palabras en su boca y el dirá todo lo que yo le ordene. Al que
no escuche mis palabras, las que este profeta pronuncie en mi Nombre, Yo mismo
le pediré cuenta” (Dt 18, 18-19). Cristo
y Mena nos invitan a fijar los ojos y a inclinar los oídos del corazón hacia la
Palabra, porque es ella la que vivida, celebrada y rumiada, da vida y poder a
la enseñanza, por eso el Abba tiene las orejas bien paradas y San Benito indica
que el abad: “Debe ser docto en la ley divina, para que sepa y tenga de dónde
sacar cosas nuevas y viejas” (RB 64,
9). En cambio, el sordo y necio juicio propio, la voluntad de poder y la
ideología, es decir, el pronunciar en nombre de Dios una palabra que no ha sido
ordenada hablando en nombre de otros dioses, es la debilidad y la muerte de la
autoridad y de la enseñanza.
Mena
reprodujo con sus hermanos lo que había hecho Cristo con él, porque se
identificó con él pudo ser la mano del Señor en el hombro de cada uno de los
que el Señor le encargó, teniendo el mensaje y la mirada de Jesús para recorrer
juntos el camino. Con Cristo y como Él caminó con paciencia atenta y cordial, adaptándose
a cada temperamento, escuchó sin falsas pretensiones de superioridad, ofreció una
palabra de vida que brotaba del silencio, corrigió con prudencia y caridad, y orientó
sin imponer o suplantar. Es la amistad con Jesús interiorizada la que da vida y
poder a la autoridad, haciéndola un servicio que “todo lo decida y disponga
siempre de tal modo que los hermanos, progresando constantemente en el amor de
Cristo y la caridad fraterna, corran, con el corazón dilatado, por el camino de
los mandamientos” (Oración de la
bendición abacial).
Y esta
misma Amistad es la que nos hace obedientes: “Esta (obediencia sin demora) es
la que conviene a aquellos que nada estiman tanto como a Cristo… Es que el amor
los incita a avanzar hacia la vida eterna. Por eso toman el camino estrecho… andan
bajo el juicio e imperio de otro, viven en los monasterios y desean que los
gobierne un abad” (RB 5, 2,10-12).
Cristo y
Mena son amigos y “cónyuges”. En medio del icono se puede ver una pequeña cruz-crismón
que ilumina el espacio entre ambos. La relación entre Jesús y su amigo se
caracteriza por el suave yugo de la cruz, signo de la nueva y eterna alianza,
del amor fiel de Jesús, un amor que sigue diciendo “Sí”, incluso si decimos
“no”. Es "suave", porque Jesús mismo se pone junto a nosotros bajo el
yugo: lo carga junto con nosotros. El “no tengas miedo, yo estoy contigo” de
Cristo suscita en Mena el “contigo y como tú”. Amigos que no se miran de frente,
en una relación sentimental, intimista o cerrada, sino de costado, y
fundamentalmente miran hacia adelante, los otros, el Reino, la Santidad, el
Cielo, el Padre, esto hace que el Abba tenga un porte decidido, maduro y sereno,
sin inquietudes ni ansiedades, con una mirada alerta y un corazón entero y puro,
que solo se preocupa de las cosas del Señor, buscando cómo agradarlo, tratando
con la ayuda de la gracia de ser santo en el cuerpo, entregándose totalmente a
él.
La Amistad
de Cristo y con Cristo sana y ordena los otros amores, ensancha nuestra
capacidad de amar, dilata nuestro corazón y posibilita que las mareas altas de
los sentimientos, emociones, deseos y afectos bajen pronto. Si no nos dejamos
abrazar (con zeta, de brazo) y abrasar (con ese, de brasa) no podremos
identificarnos con Cristo virgen-célibe-casto y por ende no podremos soportar
la soledad, y el dolor de nuestra renuncia no transformará el ardor egoísta (el
eros, el amor demanda-necesidad) en amor pastoral (en ágape, en amor don).
El icono
nos hace orar: “Ponme la mano izquierda bajo la cabeza, y abrázame con la
derecha” (Ct 1,6), porque “Tienes un
brazo poderoso: fuerte es tu izquierda y alta tu derecha” (Sal 88, 14). Sostén nuestra cabeza en el servicio de la autoridad y
la enseñanza con esa Palabra de Verdad que está en tu izquierda y abraza
nuestro corazón con tu derecha para que con buen celo no antepongamos absolutamente
nada, ni a nadie a ti y a tu amor. “Si somos sensatos –decía san Bernardo de
Claraval-, procuraremos mirarle sin cesar, atraídos por su fragancia, y el
camino se nos hará más ligero y agradable” (Sermón
a los abades).
Este
icono era venerado en el monasterio de Bawit. En sus orígenes fue el Abad Apolo
quien desempeñó el servicio de autoridad, que según testimoniaron unos monjes huéspedes
hablaba y actuaba así: “Nos abrazó. Nos hizo entrar y, después de haber rezado
con nosotros y de habernos lavado los pies con sus propias manos, nos invitó a
comer. Has visto a tu hermano, dice la escritura, Has visto al Señor, tu Dios”.
La amistad de Cristo y con Cristo hace que el solitario sea solidario, que ame a
todos con un mismo y único amor, porque descubre en todos la presencia de su Amigo.
Mena
muestra a Cristo a la vez que bendice: lo muestra con una bendición, que
refleja y transparenta al Señor. El Abba nos pone en referencia a Cristo, no a
sí mismo, como diciéndonos: “nada absolutamente antepongan a Cristo” (RB 72, 11) ni a mí, en lo bueno o en lo
malo. Al recibir el amor de Cristo, su bendito amigo es apto para bendecir a
otros. Este es el movimiento esencial del Evangelio: dejarnos amar por Dios nos
lleva, de manera natural a ser canales de bendición para los otros. El icono
nos muestra una autoridad que sorprende porque nace del “amor que brota de un
corazón puro, de una buena conciencia y de una fe sincera” (1 Tim 1,5), por eso sabe caminar
dialogando, aumentando el buen deseo, liberando de demonios engañosos, despertando
vida y haciendo crecer. Autoridad célibe y fecunda en la amistad y la paternidad,
por eso San Benito quiere que el abad sea: “casto, sobrio y misericordioso,… no
sea celoso… y trate de ser más amado que temido… ” (RB 64, 9.16.15).
El
iconógrafo que representó a Cristo Salvador y a Abba Mena, plasmó con sus
pinceles y pigmentos la experiencia espiritual de su monasterio. Cuando preparó
la tabla en la que iba a realizar su obra, el cenobio de cuño pacomiano vivía
una fase de vitalidad y esplendor. Los monjes llevaban trescientos años
plasmando un icono con su propia vida, mostrando el rostro de Cristo Amigo a
sus contemporáneos. De ese monasterio, como de tantos otros, hoy sólo quedan ruinas
sepultadas bajo la arena o edificios alquilados. Pero el icono sigue siendo
escrito hoy, venerado y vivido por monjes ortodoxos, católicos y reformados,
porque Cristo Salvador que llamó a Abba Mena a seguirle y lo acompañó en su
misión, en las dunas de los desiertos egipcios, llama, apoya y acompaña también
hoy nuestra vida monástica en estos verdes cerros tucumanos.
En el
icono podemos ver, como en un espejo, o mejor en una ventana, la calidad de
relación y las actitudes evangélicas en el servicio de la autoridad y en la vivencia
de la castidad, que pueden hacer de este anochecer nuestro, un tiempo de
crecimiento y de este caminar, un encuentro de salvación tomando como guía el
Evangelio, para identificarnos con Cristo Hijo, Cristo Orante, Cristo
Obediente, Cristo Casto, Cristo Pobre, Cristo Hermano, Cristo Amigo, Cristo
Maestro, Cristo Monje y Cristo Padre, a quien sea el honor, la alabanza y la
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)